Aquí están,
acomodándose a mí poco a poco, pesados y dolorosos, los 30 por fin han llegado.
Hoy mis canas están mas punteagudas que nunca, parece que saben que ha llegado
su momento y que pronto tendrán nuevas amigas. Y es que aunque he
intentado hacerme a la idea durante los últimos dos años, lo cierto es que
me siento algo rara…30? Yo? No, no… que va… Pero sí, más vale que me vaya
haciendo a la idea de que la juventud veinteañera quedó atrás. Ay, como la echo
de menos.
Pero siendo optimistas puedo decir que mi década veinteañera ha sido
estupenda, han cambiado tanto tantas cosas que si miro atrás casi no me
puedo creer todo lo que me ha pasado.
En los últimos diez años, e incluso sólo en los últimos 5, he aprendido
muchas cosas que me han convertido en la treintañera (como duele
decirlo) que soy hoy: aprendí a valorar las cosas realmente
importantes y a que no darle me importancia a lo que otros
piensen de mí (si es malo, claro, si es bueno hay que darle muchísima importancia
a su acertada opinión), conocí a mucha gente y a algunos los convertí en
mis amigos, estreché la relación con mis amigas y descubrí lo mucho que
las necesitaba, salí hasta el amanecer y me desmaquillé medio dormida con
acetona para las uñas (dolor…), me di decenas de baños con espuma, me enamoré,
me desenamore, me volví a enamorar, descubrí lo que quiero y lo que no quiero,
escuché miles de canciones, bailé como una loca por toda la casa, canté delante
del espejo y utilicé el cepillo como micrófono, adelgacé una talla, la volví a
engordar, me enamoré de los gatos, me compré mi primera antiarrugas, dejé de
teñirme el pelo (en breve tendré que volver a hacerlo… malditas canas!), descubrí
que no pasa nada si no llego a ser directora general del mundo y que el trabajo
es solo trabajo, viajé más que nunca y en la mejor compañía, cotilleé en
Facebook las fotos de mis compañeros del colegio, me compré 200 pares de
zapatos, me mudé dos veces, me empezó a gustar el rosa, tuve 150 ideas para
montar un negocio, probé el sushi y lo convertí en mi adicción, me compré una
moto, cambié de trabajo, me compre cientos de golosinas y le dije a la señora
de la tienda que eran para mis sobrinos, intenté sin conseguirlo que me gustara
el vino, conocí en persona a Georgie Dann y no me cantó el chiringuito, algunos
niños empezaron a llamarme señora (angelitos), aguanté estoica muchos "y
tu, para cuando?"…
Pero sobre todo me he reído, me he reído mucho, a carcajadas, de todo y de
todos, y más aun de mi misma.
Solo espero que la treintena me reserve la
mitad de buenos momentos, y si es así, seguro que los 30 no son tan malos.
30 aquí estoy, no os tengo miedo!
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