lunes, 18 de julio de 2011

Vacaciones

Entre vacaciones, preparativos y ocio en general, me cuesta seguir el ritmo del blog. Así que he decidido parar unos días y descansar del todo para poder volver con fuerza y seguir contado nuevas historias a diario y daros la continuidad que os merecéis.

Nos vemos (leemos) el 16 de agosto. Felices vacaciones.

jueves, 14 de julio de 2011

Habitaciones separadas

Esta mañana leía una noticia que decía que Charlene y Alberto de Mónaco estaban pasando su luna de miel en hoteles separados, algo sin duda muy romántico. Como últimamente hay que poner en cuarentena este tipo de noticias, lo primero que he pensado es que no sería cierto. No porque piense que son felices sino porque no veo la necesidad de montar este alboroto e irte a otro hotel cuando simplemente puedes optar por habitaciones separadas.
En fin, dejando a la realeza aparte y centrándome en el resto de los mortales, me han venido a la cabeza varias parejas que, en alguna ocasión, me han contado que duermen en habitaciones o en camas separadas para estar más cómodos. Tras 50 años de matrimonio comprendo que lo único que te apetezca sea estirarte a lo ancho sin que nadie te clave el codo ¿pero al principio? Llamadme romántica, pero las parejas que no comparten cama, no me dan ninguna confianza.
Si no estáis en la misma habitación, no podrás reprocharle a la mañana siguiente que se ha pasado la noche roncándote en la oreja, que te ha dejado sin manta o que ha babeado la almohada, vamos, la salsa de toda pareja. Por lo visto es muy típico de otros países europeos, donde la costumbre son camas separadas y cada mochuelo a su olivo. Hay que ver que poco románticos son los europeos del norte, como se nota que no tienen sangre del mediterráneo.
No quiero ahondar en la intimidad de esta gente pero cuando tienen un momento “romántico” ¿utilizan la cama de él? ¿la de ella? ¿El suelo? Yo no veo más que inconvenientes. A lo mejor es que Charlene y Alberto son más europeos que ninguno y no se conforman con no compartir cama sino que tienen que poner algunos kilómetros por medio. Con lo bonito que es desayunar juntos en el buffet del hotel por la mañana e intentar convencer a tu novio de que se guarde unos bollos en el bolsillo para luego, que seguramente terminarán en algún cajón de la habitación duros como piedras. Lo que se pierden estos príncipes.

lunes, 11 de julio de 2011

Sentido y sensibilidad

Domingo por la tarde y estoy aquí plantada viendo Sentido y sensibilidad. Tres horas y pico de película (con anuncios incluidos) en los que la pobre Emma Thompson no para de sufrir por una cosa o por otra... Pensaba que era una de esas romanticonas tipo Orgullo y prejuicio, de amoríos de época de la alta sociedad inglesa, pero de momento a las protagonistas no les ha salido ni una bien. Tendré que esperar hasta el final para ver si las pobres por fin pescan marido, que parece que en esos años era su único objetivo. A la desdichada Emma se le empieza a pasar el arroz (todo un horror) y parece difícil colocarla como dios manda... estoy de lo más intrigada por saber si lo consigue.

No veo una gran diferencia entre estas historias y las telenovelas latinoamericanas, salvo por los peinados y los corsés. Suelen contar la historia de unas hermanas sin muchos recursos; la más joven se enamora perdidamente y es correspondida mientras la mayor no encuentra el amor porque no sabe que ese amigo de la familia menos guapo y ricachón está enamorado de ella en secreto. Al final ella también descubre que le ama (o que no va a encontrar nada mejor) y se funden en un abrazo apasionado, se casan, y fin de la película.

Otra cosa que me llama la atención de estas películas es el empeño que tenían en que las mozas casaderas desarrollaran habilidades como tocar el piano o cantar aburridas canciones, como si casarse fuera una especie de concurso de talentos. Con mi escasez de talento para casi todo, si esa costumbre siguiera vigente no tendría ninguna posibilidad de casarme con un caballero de alta alcurnia y tendría que conformarme con algún mozo de cuadras o algo similar.

En este momento, Hugh Grant acaba de volver para decirle a Emma que no se ha casado con otra como ella sospechaba (qué momento, qué emoción!) y le está confesando su amor (de forma muy educada y comedida). Qué bonito, y eso que ella no sabe tocar el piano, lo que muestra que todavía queda esperanza para las destalentadas como yo. Termina la película con todas emparejadas y hasta con boda ¿se puede pedir más?

Ya he tenido suficiente romanticismo del bueno por hoy. Me voy a la calle, a ver si me encuentro con algún apuesto caballero al doblar la esquina y me invita a conocer a su madre mientras tomamos un té. Siento haberos destripado la película, pero seguro que aunque no hubiera dicho nada, hubierais adivinado el final. Si es que en el fondo, todas somos unas románticas...

jueves, 7 de julio de 2011

Consejos sentimentales


Bueno, sentimentales creo que no son pero así queda más fino y más bonito. El caso que mi amiga Sara (la llamaré así para que siga siendo mi amiga) me ha llamado esta tarde para contarme su problemática con un apuesta joven (ya es gustaría a muchas tener estos problemas) y para pedirme consejo sobre cómo actuar. No sé en qué momento ha decidido que soy la persona adecuada para aconsejarle en estas materias pero creo que he salido del paso bastante bien. Mi amiga, que roza los 40 (no diré si por arriba o por abajo) conoció hace tiempo a un mocetón que roza los 30 y tuvieron un par de encuentros sin mayores pretensiones. Ahora, meses después, se han vuelto a encontrar y han retomado esos mismos menesteres. Lo que viene siendo un arreglo para colmar necesidades, vaya.

Hasta aquí todo bien. El problema viene cuando a Sara le surge la duda sobre cómo actuar a partir de aquí, ¿le llamo? ¿Espero un tiempo? ¿Le mando un mensaje? ¿Un mail? Y mi pregunta es ¿por qué nos torturamos con estas cosas? Estoy convencida de que ningún hombre en su sano juicio se plantea alguna de estas preguntas. Si quiere verte te llama y si no, no. Y punto. Nosotras, sin embargo le damos vueltas a eso de ser pesadas, a ver si se va a agobiar... ¡Pues que se agobie! Y es que a algunos hombres si les invitas al cine un domingo por la tarde creen que estás pensando en matrimonio. No estoy dispuesta a que mis amigas le den vueltas a la cabeza para no "molestar" a un tío con el que solo les interesa tener relaciones ocasionales (que fino me ha quedado).

Así que mi consejo ha sido el siguiente, si te apetece verle llámale, si no no. Es decir, haz exactamente lo que haría él y no te preocupes por lo que pueda pensar. Y si una llamada tuya supone que se agobie y piense que vas muy rápido, pues borras el teléfono y a otra cosa, no merece la pena perder el tiempo con tonterías...

No sé qué les pasa a los hombres de treinta y... tienen un halo de superioridad que no entiendo del todo, como si pensaran que cuando llegamos a la treintena nos damos cuenta de que queremos pescar pareja como locas mientras ellos nos mantienen en vilo a la espera de sus noticias. ¡Basta ya! ¿Pero qué es eso de estar pendientes de ellos? Plantémonos y reivindiquemos que nos adulen y seamos nosotras las que decidamos si responder a sus llamadas y mensajes.

Sé que me he puesto un poco reivindicativa... Ahora sí que no van a contestan a mis mensajes ni locos. Que sepáis que me da igual (o al menos eso os haré creer).

martes, 5 de julio de 2011

Rebajas


No sé si es que me estoy haciendo mayor pero las rebajas cada año me parecen una chufa más grande. Empieza a darme un poco de pereza recorrer tiendas llenas de gente para pagar 70 euros por algo que antes costaba 80 (eso no son rebajas señores, que alguien se lo diga a Amancio Ortega). Aún así, este año he repetido estrategia y me planté el primer día dispuesta a darlo todo para conseguir múltiples gangas. Ante la primera cola y el primer montón de ropa descolocada me vine abajo, ya no tengo edad ni paciencia para pelearme con estas señoras por unas camisetas. El resultado: vuelta a casa con las manos vacías.

Dado que estamos en la era digital decidí optar por la compra on line, mucho más cómoda y sosegada, pero una vez más me llevé un chasco. No encontré ni la mitad de las cosas que había en la tienda, la mayoría estaban agotadas y de lo que me gustaba, por supuesto, no quedaba mi talla.

Creo que, en general, ha decaído bastante el espíritu rebajil español. Este año no he visto en los telediarios como centenares de señoras entraban en el Corte Inglés con los ojos inyectados en sangre dispuestas a dejarse las pensiones en modelitos varios mientras sus maridos les sujetan el bolso en una esquina con cara de ajo. Será por la crisis o porque hace tanto calor que no apetece ni salir de compras pero yo no pienso hacer ni un intento más.

Las "entendidas" dicen que hay que esperar a las segundas y terceras rebajas, que es cuando se encuentran las gangas, pero yo creo que nos la dan con queso... De repente, sin saber cómo aparecen en las tiendas decenas de prendas nunca antes vistas y de calidad dudosa y nos lanzamos como tontos a por ellas porque alguien dice que antes costaban el doble.

Lo siento, pero estoy mayor para rebuscar en un montón de ropa y que la señora de al lado me ponga mala cara si cojo lo que ella estaba mirando, para que las amables dependientas me digan una y otra vez "lo que hay fuera" con su delicado tono de voz cuando les pregunto si tienen mi talla y para que al llegar a casa me dé cuenta de que la mitad de lo que he comprado no me vale y que la otra mitad no tenía descuento. Decidido, las rebajas ya no son para mí.

viernes, 1 de julio de 2011

Animales de compañía

Como a todos los niños, cuando era pequeña mi mayor ilusión era tener una animal en casa al que mimar y achuchar hasta la extenuación. Como mis padres no estaban dispuestos a comprarme un perro me engatusaron durante años con animalillos de medio pelo.

El primero de ellos fue un pollito, regalo que los polleros españoles hacían a los niños de mi generación (aunque nunca entenderé porque lo hacían, condenando a esas pobres criaturas a una muerte segura en una caja de cartón). Al principio todo iba bien, mi pequeño pollo era suave y pequeñito y me dejaba achucharle sin protestar, pero unas semanas después empezó a hacerse grande y ya no era tan suave. Mi madre me convenció para dárselo a unos amigos que, según ella, tenían una granja. Años después descubrí que aquella granja no existía y que mi pollito no vivía feliz en libertad... fue un duro golpe.

Algo más mayor convencí a mi madre para comprar unos peces, que no manchan ni molestan. Los primeros murieron exactamente a los 5 días, un pequeño error de cálculo con el cloro de la pecera... Me compraron otros exactamente iguales a los que cuide con dedicación unos tres meses; después, me aburrí de tanto cambiar el agua y cuando algún año más tarde mis pececillos pasaron a la otra vida decidí no tener nunca más un animal que diera tanto trabajo y a cambio no me ofreciera cariño ni fidelidad.

Yo personalmente no entiendo que la gente tenga mascotas cuyo único objetivo es esperar a que te descuides para intentar matarte. ¿o es que una boa constrictor puede llegar a cogerte cariño? Las tarántulas, escorpiones y demás también quedan fuera de mi lista. Respeto a quién le gusten pero no podría dormir pensando que si se escapa mi mascota lo mismo no me despierto por la mañana... no gracias.

En mi caso, cuando por fin me independicé decidí dar rienda suelta a mi ansia mascotil pero, aunque siempre había querido tener un perro, la simple idea de tener que sacarle a la calle en invierno a las 7 de la mañana antes de ir a trabajar me hizo cambiar de opinión y optar por los gatos que son limpios, cariñosos (no todos, el de mi vecina me da miedo) y suaves. Mucho mejor que el pollito, la tortuga (ésta se me había olvidado porque la pobre duró tres días) y los peces, descansen todos en paz.