lunes, 31 de enero de 2011

Como mi madre

Hay un momento en la vida de toda mujer, en el que los años vividos pasan ante tus ojos, reflexionas sobre lo que has hecho mal y te planteas si podrás volver atrás, enmendar los errores y empezar de nuevo. Es el día en el que alguien (normalmente un familiar) te dice aquello de “cada día te pareces más a tu madre”.

De repente te vienen a la cabeza todas esas manías de tu madre que te volvían loca, frases típicas como “cómo vaya y lo encuentre…” “está en su sitio”, “esto no es un hotel”, “no comas pan antes de comer que luego no comes” y mi favorita, “¿vas a ir así?”. Entonces te das cuenta de que tantos años con ella no han pasado en balde, que sus consignas han calado en ti sin darte cuenta y que es posible que te estés convirtiendo en una versión, actualizada eso sí, de tu madre.

El caso es que hace poco tiempo fui testigo de cómo mi madre de repente ha mutado en mi abuela. En medio de una comida familiar me fue difícil distinguir cuál de las dos hablaba. Las mismas muletillas, las mismas quejas… en fin, clavaditas, clavaditas. Así que ¿es cierto y esto es irremediable? Por mucho que nos empeñemos ¿terminaremos todas siendo copias de nuestras madres?

Me pregunto si este proceso es reversible o si puedo frenarlo. Creo que es el momento de poner en práctica un plan desmadretizador que me libere de todas las muletillas y manías que he heredado de mi santa madre.

Oficialmente vuelvo a ser jovial y despreocupada, nada de “no dejes los calcetines en medio de la habitación” ni “apaga el ordenador, que ya está bien”. A partir de hoy, cuando quede con alguien que llegue media hora tarde, en lugar de enfadarme, me alegraré por haber tenido algo de tiempo para estar conmigo misma e imbuirme en mis propios pensamientos. Cuando llegue a casa y lo encuentre todo hecho un asco, en lugar de encolerizar, me parecerá una forma de expresión espontánea que dota a mi casa de originalidad y frescura. Y, por supuesto, cuando alguien vuelva a decirme lo mucho que me perezco a mi madre, sonreiré pensando que, en fin…, podría ser peor.

viernes, 28 de enero de 2011

Primeras citas

La vida te sorprende cuando menos te lo esperas. Cuando pensabas que el romanticismo existía solo en las películas y que los chicos-hombres (no sé muy bien como denominarlos) con los que quedas no te miran precisamente a los ojos… una de mis mejores amigas empieza una relación atípica.

Resulta que Paula (la llamaremos así para ocultar su verdadera identidad) a sus casi 30 años ha quedado unas 10 veces con un chico-hombre. Hasta ahí todo bien. Se están conociendo, se gustan, salen, cenan, se ríen… pero ni un solo beso!!

A estas alturas de la película no creía que estas cosas pasaran, la verdad, ¿será que yo soy un poco fresca y me lanzo a los morros de mis pretendientes a la primera de cambio? ¿O será que se han juntado las dos personas más tímidas del mundo?

Esto me tiene un poco desconcertada (y a Paula también) porque está bien que las cosas vayan con calma cuando alguien te interesa, ¿pero tanto? La pobre Paula está intentando lanzar señales que le dejen claro al susodicho que está receptiva a los intentos besariles. Le hemos aconsejado como hemos podido pero parece que de momento no ha surtido efecto. En la tercera cita le propusimos que recurriera al típico “te iba a besar en la mejilla pero he calculado mal” y pusiera cara de sorpresa cuando “por accidente” le besara en los morros. Con los nervios del momento hizo un quiebro y le terminó besando en la nariz. No funcionó. Para la quinta le aconsejamos apostar por el silencio incómodo de la despedida, como esperando… pero tras unos segundos cara a cara, él se lanzó a preguntar ¿te pasa algo? Está claro que tampoco funcionó.

La última vez que quedaron, ayer, le dijimos que no se andara por las ramas y fuera clara. Así que tras lanzar varias indirectas durante la cena y echarse vaselina de forma compulsiva, porque la hidratación es muy importante, en el momento clave de la noche se armó de valor. Como mantis religiosa se lanzó a por su presa y cuando estaba a punto de alcanzar el objetivo descubrió con el rabillo a su madre en la ventana y abortó la misión. Está claro que necesita independizarse.

Pero aún no hemos tirado la toalla, que de los buenos quedan pocos y hay que ser paciente. Ánimo Paula, a la undécima va la vencida!

jueves, 27 de enero de 2011

Estrés

A veces es inevitable tener algo de estrés. Poco tiempo y mil cosas que hacer hacen que nos agobiemos sin remedio, pero hay personas a las que estoy convencida de que les gusta vivir en constante estrés. Gente que se prefiere correr de un lado para otro, comer en 2 minutos y salir volando y dar la sensación de que están permanentemente ocupados. Yo sinceramente no lo entiendo. Supongo que es una cuestión de carácter, yo siempre he pensado que por mucho trabajo o cosas que hacer siempre es posible (si, es cierto que hay días en los que no se tiene ni un minuto) sacar un momento para pensar, organizar la jornada o simplemente para pedir las cosas a los demás con un poco de tacto y paciencia.

He estado atenta a esos individuos que parecen todo el día estresados y he detectado algunas incoherencias. Cómo es posible que si no tienes tiempo para comer misteriosamente tengas tiempo para leer 4 revistas? (pasando muy rápido las páginas, eso sí, que parezca que tienes prisa). Entonces, en algunos casos, ¿es sólo una pose? ¿Parecer estresado da más puntos ante el jefe? Si es así creo que debería tomar nota, que ganar unos puntos extra nunca está de más, así que he incluido algunas pautas de conducta en mi comportamiento habitual.

Lo primero, salir de casa con tres cafés en el cuerpo. Soy en general tranquila y si quiero parecer extraocupada y poseída de estrés necesito algo de nervio añadido. Segundo, teclear rápido y fuerte el ordenador, que parezca que la compra que estoy haciendo en zara.com sea un documento de importancia vital y urgencia inmediata. Amancio Ortega me necesita. Tercero, correr a la impresora a por cualquier papel que imprima, el bono descuento que me mandó ayer mi amiga Gemma tiene que estar en mi poder lo antes posible. Y por último, y no menos importante, contestar a todo aquello que me pregunten con frases tipo: un minuto, ahora mismo no puedo, déjame que termine una cosa, lo miro esta tarde que estoy muy liada, etc. En poco más de una semana calculo que seré como mínimo responsable de área, y si sigo así puede que llegue a Presidenta. Ay dios mío, qué estrés!

martes, 25 de enero de 2011

Dieta

Como cada lunes, ayer decidí ponerme a dieta. No una dieta estricta con grandes restricciones sino simplemente el propósito de comer sano, lo suficiente para perder esos dos (o tres) kilos de más que se resisten a irse. Así que salí de casa con mi tupper de judías verdes y un té rojo en el estómago (que aunque dicen que absorbe las grasas, las mías de momento siguen ahí).

Las tres horas siguientes fueron bien, a eso de las 11.00 me entró un poco de gusa y abrí el cajón en busca de algo con lo que engañar al estómago, como dice mi madre. Encontré tres opciones:

a) mandarina
b) galletas de chocolate
c) galletas sin chocolate

Aguanté la tentación y opte por a) mandarina. Primer escollo superado. Entre las 14.00 y las 14.02 me comí (engullí) mis judías verdes, pero cuál fue mi sorpresa cuando al terminar seguía con hambre. Vaya, esto no estaba previsto…

Me dí cuenta de que podía ser peor cuando vi a mi compañera Susana alimentarse a base de un extraño líquido marrón con olor a limpiador de suelo, jarabe de arce dice que se llama. El caso es que lleva casi una semana sólo a base de este mejunje, una semana!! Dice que es para depurar pero a mí no me engaña, estoy convencida de que es una especie de autotortura o un brebaje mágico preparado por un druida que le da fuerza y vigor (uy, creo que esto lo he leído en algún sitio…).

En fin, yo superé la tarde como pude, con el estómago rugiendo e imaginando decenas de deliciosos platos sin poder concentrarme en nada más. Llegué a casa con más hambre que otra cosa y aunque lo intenté, porque juro que lo intenté, el día es muy largo y mi fuerza de voluntad muy pequeña así que abrí la nevera y sucumbí a la tentación. No contenta con eso, me invitaron a cenar fuera y como una es muy educada y no rechaza invitaciones, acepté. El sitio elegido: restaurante de hamburguesas, por decirlo finamente, desde luego el mundo está contra mí y mi delgadez.

Pensé que, de todas formas, había comido sano todo ell día, por darme un caprichito no pasaba nada… hamburguesa con patatas por favor!

Definitivamente mañana empiezo la dieta.


viernes, 21 de enero de 2011

Georgie Dann



Paradojas de la vida, en un día gris de trabajo salgo a comer con mis compañeros y me encuentro en el restaurante a Georgie Dann. Esto es sin duda una señal. En cuanto le he visto no he podido evitar tararear algunas de sus prodigiosas melodías como el chiringuito y la barbacoa (ahora mismo no recuerdo más). Es cierto que iba bastante discreto, prescindiendo de sus animadas americanas de colores, pero aún así eran él y su pelo cardado así que el espíritu de la canción veraniega se ha apoderado de mí y me ha ayudado a pasar mejor el resto del día.

Pero ¿cómo será el día a día de alguien como Georgie Dann? Si te lo encuentras en el mercadona en la sección de barbacoas, ¿qué haces? ¿Le cantas eso de “qué ricos los chorizos parrilleros.. loooos chorizos parrilleros..”? ¿y a qué se dedicará durante el invierno? Desde luego si ha conseguido vivir de letras cuidadas como “las chicas en verano, no guisan ni cocinan, se ponen como locas, si prueban mi sardina”… el tipo es un genio.

Así que la próxima vez que me lo encuentre (si es que eso sucede) voy a ofrecerle mis servicios como compositora, creo que juntos podemos hacer un buen equipo. Además, puede aportar algo de color a mi currículum, que siempre gusta. Y si en una entrevista alguien me preguntara cuáles son mis aficiones, podría decir orgullosa (o cantar, ¿por qué no?) que lo que más me gusta en este mundo es la “barbekiú”.

Imaginad que el hilo musical de la empresa estuviera compuesto íntegramente por canciones de Georgie Dann. Es cierto que el número de bajas laborales podría incrementarse peligrosamente, pero ¿no se crearía un ambiente más animado? Cómo vas a tomarte en serio una bronca de tu jefe si de fondo está sonando “está el menú del día, conejo a la francesa, pechuga a la española y almejas a la inglesa” (os prometo que es la letra real, no sería capaz de inventarme semejante cosa).

Creo que el estrés se reduciría notablemente, así que por nuestra salud mental Georgiedannicémonos!

jueves, 20 de enero de 2011

La becaria


Te das cuenta de que te haces mayor cuando un día dejas de ser “la joven” de la oficina. De repente ya no eres líder de opinión en temas juveniles y nadie te pregunta cómo funciona eso del Facebook (el fisbur en el idioma que se usa por aquí),  cómo se usa tal o cuál programa y qué música (y cito literalmente) “está pegando ahora”.

Ese día entiendes que el tiempo pasa deprisa y que los 22 años de la nueva becaria duelen más de lo que pensabas, sobre todo si además está más delgada y es más guapa que tú (guarra, digo… perdón.... qué mona!). Pero como hay que sobreponerse ante la adversidad, a mí no me gana nadie en lucir cacha y a mis 28 recién cumplidos aún tengo muslo para rato, así que me he calzado mis mejores tacones y a riesgo de padecer una lesión de espalda o romperme el tobillo (porque si me caigo desde aquí me mato), he decidido plantarle cara a su juventud al grito de ¡antes muerta que sencilla! Me habrá poseído Ana Obregón?  Ay, que horror… desde luego tengo que centrarme.

La verdad es que las becarias ya no son lo que eran; en mis tiempos becariles intentábamos pasar desapercibidas, hacer lo que se nos mandaba con una sonrisa y esperar que alguien decidiera irse para quedarnos con su puesto, lo normal, vaya. Pero esta juventud (frase de mi madre) viene pisando fuerte y hay que estar preparados. Por eso he decidido hacerme su amiga para familiarizarme con su modus operandi y, por qué no decirlo, para que si alguien le guiña un ojo en el pasillo pueda creer que ha sido a mí.

miércoles, 19 de enero de 2011

Gafapasta

Hace casi un mes, en un alarde de modernidad, me hice unas gafas nuevas. Pero no unas normales, unas grandes gafas de pasta, negras para más inri. Y así, creyéndome supermoderna me planté en el trabajo (porque ser la mas joven de mi oficina me permite cometer estos excesos). Lo cierto es que soy consciente de que no me quedan demasiado bien, pero es el precio de la modernidad y estoy dispuesta a pagarlo.

En fin, que todo iba bien, la gente empezaba a preguntarme por grupos de música alternativos, por la última crítica literaria de esa revista francesa que dejé estratégicamente en mi mesa o por alguna peli polaca en versión original. Mi objetivo cumplido: era la moderna-intelectual del grupo. Pero mi reinado ha durado poco, hasta ayer concretamente, cuando apareció mi jefe con unas gafas extrañamente parecidas a las mías, tanto que me dijo directamente “te he copiado las gafas”. Encima las suyas son rojas, más modernas aún!!

Después de escuchar un par de veces la frase “vais iguales” y a riesgo de parecer familia cercana de mi jefe decidí quitármelas y sufrir las consecuencias de estar 8 horas ante el ordenador sin gafas.

Cuando ya no distinguía la a de la o tuve que sucumbir y ponérmelas de nuevo. Pero, qué pasa? Es que a sus cincuenta y…de repente mi jefe es más moderno que yo? Es que tenemos el mismo sentido de la modernidad? Ante esa escalofriante idea me estoy planteando volver a ponerme las viejas, siempre puedo decir que son vintage, pero debería amortizar los 200 euros que he invertido en ser moderna.

En fin, tendré que probar otras formas de coolizarme, quizá unas botas con pelo de vaca o algo así, en el límite entre lo moderno y lo hortera. Todo sea por ver la cara de mis compañeros cuando entre por la puerta.

martes, 18 de enero de 2011

He sido yo?

Hoy me ha pasado algo curioso. Después de más de un año sin pisar esa glamurosa tienda que es el Leroy Merlin, ayer se me ocurrió acercarme a comprar un par de cosas para unos temas que tengo entre manos. Me pase por el que está (o estaba) en Majadahonda y después de esperar  pacientemente a que alguien me atendiera y de recorrer todos los pasillos ...conseguí por mi misma encontrar las lijas de grano fino que buscaba. Medio mareada por tantos tornillos y artilugios decidí salir de allí lo antes posible esperando no tener que volver en mucho tiempo.

Pues cuál es mi sorpresa cuando veo que hoy se ha quemado! casualidad? habré sido yo? puede que haya desarrollado algun tipo de superpoder que me permite quemar cosas cuando no me gustan??? probablemente no, pero fantaseando con esa idea se me han ocurrido unos cuantos sitios que quemar, sin gente dentro eso sí (porque una es mala, pero no tanto). Por si acaso hoy me voy a quedar quietecita sin ir a ningún sitio, no vaya a ser que tengamos un disgusto...

Empieza la cuenta atrás

Tres, dos, uno… empieza la cuenta atrás. Hoy cumplo 28 años y aunque todavía soy joven… estar tan cerca de los temidos 30 me hace replantearme algunas cosas. Desde pequeña, los treinta son el súmmum de la vida adulta (aunque hace tiempo me dí cuenta de que no es así). A los 30 me imaginaba con las ideas claras, tomando las riendas de mi vida y afrontando el futuro como lo hacían los adultos, sin miedos, sin dudas… en definitiva, que no podía estar más equivocada.

A años luz de todo esto me acerco a “los 30” con la sensación de que los 20 se están yendo muy deprisa y de que aún no estoy lista para ser adulta de verdad. Aún no tengo claro si mi trabajo es el que quiero, si volver a estudiar, si cambiar de ciudad… en fin, que mientras mi madre ya me pide nietos, yo solo pienso en viajes y me resisto a aprender a cocinar…