lunes, 24 de octubre de 2011

Falsa huida

No, no me ha tocado la lotería y estoy viviendo un tórrido romance en Brasil, no he emigrado a Hollywood buscando fama, y no, la pre-crisis de los 30 (aún) no ha podido conmigo. Llevo un par de semanas ausente, lo sé, pero estoy trabajando en un nuevo proyecto-web-blog que aún no sé muy bien como definir y que me tiene algo más ocupada de lo esperado.

Espro volver en breve, cuando nazca mi nuevo hijo cibernético y pueda centrarme otra vez en las vicisitudes de mi vida pre-treintañera.

Gracias por la paciencia.

jueves, 6 de octubre de 2011

El amor no tiene edad

Sí soy una de esas personas a las que la boda de la Duquesa de Alba les tiene totalmente fascinadas. Yo puedo evitar dedicar mi admiración a una señora que se ha puesto el mundo por montera para casarse con un “jovencito” y encima se marca un baile por bulerías. Son este tipo de cosas que nunca hubieras pensado que verías. La boda de Sara Montiel o el romance de Marujita con Dinio no pillaron a nadie por sorpresa, pero una grande de España, ¡eso ya son palabras mayores!

Esto me ha hecho reflexionar sobre si realmente el “amor” no tiene edad. Yo tengo mis dudas, la verdad. Tengo un conocido que siempre me dice que la edad se lleva dentro, pero el caso es que a él se le nota bastante por fuera. Este argumento lo usa para justificar que sólo le gusten las de 25, pero no sé si pensaría lo mismo si una mujer entrada en años como la duquesa se le acercara en una noche oscura de sábado.

Lo de que la edad se lleva dentro a mí no me convence en absoluto. Yo a los veinte subía las escaleras de tres en tres y ahora llego arriba pensando que estoy exhalando mi último aliento; así que no puede ser lo mismo. Uno de 40 que dice tener un espíritu de treintañero es, en realidad, un inmaduro patológico que aún vive con su madre, una joya vamos.

Así que si alguna vez, un madurito interesante se os acerca y ante el impedimento de la edad os suelta eso tan romántico de que “el amor no tiene edad” os recomiendo que le contestéis con un directo y sencillo “el amor no, pero tú sí”.

viernes, 30 de septiembre de 2011

Ventas privadas

Reconozco que soy una pringada. Cuando me llega un mensaje, un mail, o una amiga me habla de una venta privada de un diseñador de éxito, me emociono pensando que por cuatro durillos podré hacerme con ese espectacular modelito digno de los Oscar y que nunca encontraré ocasión de ponerme. Sin embargo, lo que te encuentras en ese piso clandestino del centro de Madrid son restos de tallas minúsculas o enormes de prendas de difícil calificación.

La clave del éxito de este tipo de ventas es precisamente su carácter clandestino. De repente, la amiga de una amiga, que es prima de alguien en un ministerio ha conseguido unas invitaciones para una venta privada en la habitación de un hotel (argumento perfecto para una peli de miedo). En ese momento tú te sientes superespecial, como si te hubieran escogido entre un millón para acceder a toda una gama de productos inaccesibles para el resto de los mortales. Te imaginas encontrando un vestido de noche de Armani por 25 euros o un bolso de Loewe por poco más de 30…Pero no…nada más lejos de la realidad.

Sin embargo, ya que has ido, terminas comprándote una camiseta horrible por 30 euros (aunque no vale más de 10) que se suponía antes costaba 80 y está diseñada por un moderno de esos. En fin, desastre absoluto.

Esta tarde sin ir más lejos me han invitado a una venta privada de zapatos de Manolo Blahnik. Sí, tiene muy buena pinta, mis primeros manolos, qué ilusión… Probablemente sólo queden tallas 36 (no sé por qué siendo tan bajita mis pies siguieron creciendo, maldita sea!) de algunos modelos que no regalarías ni a tu madre. Pero en estos casos, no sé que nos pasa (o que me pasa a mí) que dejamos de ser racionales y sólo pensamos en que antes eran carísimos y ahora son un poquito menos caros ¡qué oportunidad! Yo todavía tengo en el armario sin estrenar un jersey de mi última venta privada, no diré la marca, pero parece un pijama, no sé como me engañaron de esta manera…

En fin, iré a la venta de Manolo Blahnik e intentaré ser sensata y sólo comprar si realmente merece la pena. ¿Lo conseguiré? probablemente no… es que… unos manolos son unos manolos!

jueves, 29 de septiembre de 2011

Productos desnatados

En mi intento por la vida sana, el otro día compré por primera vez en mi vida una botella de leche desnatada. Yo soy de esas personas raras a las que le gusta tomarse un vaso de leche sola, sin café, cacao ni tonterías de esas, debe ser un recuerdo de la infancia o algo así. El caso es que cuando me puse el vaso de leche desnatada pensé que estaba en mal estado, eso que parecía agua blanca no podía estar en condiciones.

No sé como tienen la poca vergüenza de llamar a eso leche, cualquier parecido con lo que sale de las vacas es pura coincidencia.

Algo similar pasa con los yogures desnatados, parece que junto con la grasa se han llevado también el sabor. ¿Cómo pretenden que nos cuidemos si todo lo sano no sabe a nada? Creo que los donut Light (un invento peregrino del ser humano) fracasaron en su intento de que los que estaban a dieta pudieran permitirse un caprichito. Parece ser (yo nunca los probé) que no sabían a nada y te daba igual tomarte un donut light que chupar un corcho. Vamos, el sabor brillaba por su ausencia.

Creo que le primero que descubra la napolitana de chocolate con todo su saber y nada de “engordantes” se hará de oro.  Yo podría alimentarme a base de ellas sin preocuparme del semiculo que me ha salido y que cada vez es más grande (¿llegará algún día a convertirse en un segundo culo?).

Pero de momento tenemos que conformarnos con estos vanos esfuerzos por hacer la vida sana más llevadera. Así que ya lo sabéis, si os emocionáis al ver que ese producto tan apetitoso que acabáis de comprar tiene 0% de grasa, ¡cuidado! No sabrá a nada y para suplir su carencia recurriréis sin remedio al temido “armario de los bollos” ¿será todo una estrategia para vender más Donuts?



viernes, 23 de septiembre de 2011

La fiebre de la Blackberry

Hace años una epidemia blackberriana comenzó a extenderse poco a poco por las empresas españolas. Ahora ya no sólo las oficinas están llenas de fanáticos a este aparato sino que nuestros amigos, hermanos, primos y conocidos varios están poseídos por una enfermedad sin cura conocida.

Lo que más me inquieta es la adicción a la blackberry en el plano profesional. A los que les gusta hacerse los importantes y los ocupados, les ha llegado por fin su momento. Escriben mensajes de forma compulsiva, se llevan el cacharro hasta al baño y dan un respingo cada vez que suena un aviso de mensaje. Sí, probablemente es su madre preguntando si van a ir a comer el domingo pero te harán creer que el propio presidente de la empresa les acaba de felicitar por su último éxito.

La fiebre de la blackberry también ha conseguido que los jefes piensen que trabajamos 24 horas al dí y si a las 11 de la noche se les ocurre mandarte un mail desde su blackberry más te vale contestar porque si no, al día siguiente te lanzarán una mirada de desaprobación por tu poca implicación con la compañía.

Creo que nadie es tan importante como para no poder desconectar del mundo unas horas. Yo por lo menos no. Y espero no serlo nunca si eso supone no despegar el dedo de la tecla y dar el coñazo a diestro y siniestro sólo para que parezca que estoy de lo más ocupada. Si estás ocupado ponte a trabajar y deja de enviar mensajitos!

Caso a parte son las reuniones en las que de cuatro personas, tres están dándole a la tecla y tú, que llevas tres días preparando esa presentación, te quedas con cara de boba preguntando si sigues o no. O mejor, les mandas un mensaje a la blackberry para que te hagan un poco de caso. Están enfermos.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Niña tonta

Si algo bueno tiene cumplir años, es que me queda la esperanza de que algún día dejen de tratar como una niña tonta. Qué paciencia hay que tener a veces. Empezando por los jubilados que cuando te ven aparcando se paran a mirar y te hacen aspavientos para que gires a uno y otro lado y terminando por el monitor del gimnasio, que hoy me ha dicho con voz de idiota que bajara la cabeza y no mirara al espejo, que dejara de mirar si estoy guapa o no y me centrara en el ejercicio.

He estado a punto de meterle un calcetín (sudado) en la boca. Primero porque desde el final de la sala no veía un carajo, mucho menos mi cara en el espejo, lo único que intentaba era tomar referencia para no caerme de bruces por mi falta de equilibrio. Me gustaría saber si me  hubiera dicho lo mismo si fuera hombre, midiera 1,85 y pesara 120 kilos. Probablemente no.

Sí, estoy un poco beligerante, pero me indigna hasta la extenuación que por ser mujer y joven algunos (no todos, seamos realistas) piensen que eres medio boba o boba entera. Si encima te pones unos tacones y te peinas un poco, apaga y vámonos. Parece que lo preocupada que estés por tu aspecto es inversamente proporcional a tu inteligencia. Una chorrada mayúscula, vamos. A ver si ahora voy a tener que dejarme bigote e ir en chándal al trabajo para que me tomen un poco en serio.

En fin, que el mundo es así y, por lo menos de momento, no podemos hacer nada contra ello… Habrá que seguir aguantando que te llamen “niña” y que piensen que estás allí para tomar notas de lo que dicen los “mayores”… Lo peor de todo, es que seguro que a los 30 esto no termina… ¿alguien tiene alguna solución?

martes, 20 de septiembre de 2011

Vuelta al cole

Qué dura es la vuelta a la normalidad… Después de la última semana de playa y relax a vuelta es más dura que nunca. Ya no está en el horizonte la promesa de unos días más sin trabajar, ni el regocijo interno de reírte de tus compañeros mientras les despides porque te vas a la playa. No, ahora la pringada soy yo.

Me siento exactamente igual que cuando empezaba el colegio. Acopio de bolígrafos y cuadernos (sólo que ahora sólo tengo que ir al armario del material), ropa nueva (esto realmente puede valer para cualquier época del año) y buenos propósitos. Como ya os adelanté os empiezo el gimnasio, en menos de una hora espero estar allí dándolo todo (o lo que buenamente pueda) estrenando mi bolsa y mis camisetas nuevas. Qué me emocionen estas cosas me da qué pensar…

Pero el verdadero problema de incorporarte a la oficina a estas alturas de septiembre es que nadie quiere perder el tiempo charlando sobre tus vacaciones, parece ser que ahora van de ocupados. Todo el mundo sabe que le primer día no se debe trabajar, por cuestión de salud mental es necesario un día (o una semana) de aclimatación en las que tus únicas responsabilidades sean consultar el correo, leer el periódico, quedar con algún amigo para luego… tareas indispensables para que la vuelta sea llevadera y no caigamos en depresión post-vacacional, todo sea por el bien de la empresa.

Yo he intentado por todos los medios tomarme el “día libre” y disimular frente al teclado, pero lamentablemente no me han dejado. Está claro que la envidia por mi extrema morenez playera ha provocado las iras de mis compañeros y me estaban esperando con múltiples encargos y trabajo atrasado. Así que aquí estoy, haciendo horas extra en mi primer día. No hay derecho, necesito unas vacaciones.

jueves, 15 de septiembre de 2011

Historias para no dormir

Si hay algo que ha marcado mi infancia ha sido mi miedo a casi todo.Me refiero a historias, películas y hasta libros de miedo. Todo aquello que mencionara un tétrico espíritu rondando en alguna vieja casa hacía que pasara varios días sin dormir, atenta por si alguna de esas criaturas decidía pasarse por mi habitación.

Ser miedosa no me impidió crecer feliz como cualquier otro niño, aunque con algunos matices. Mientras mis hermanos se reían con alguna escena de Freddy Krueger que conseguíamos ver por el rabillo de la puerta, yo ya tenía suficiente para pasarme la noche con un ojo abierto miando entre las sábanas por si una mano de garras afiladas atravesaba mi cama de repente, cosas de niños...

Una de las cosas que más me traumatizó fue otra niña, bastante espeluznante, que disfrutaba contándome historias de miedo cuando jugábamos juntas, angelito...Una vez me contó una historia en la que una muñeca de pocelana (que aparecen en el 90% de las historias de miedo) iba asesinando a toda una familia con sus malas artes. Por culpa de esa maldita muñeca me pasé media infancia con la terrible sospecha de que la muñeca de la estantería del salón estaba esperando el momento adecuado para acabar con nosotros. Aún hoy, cuando voy a casa de mi madre y la veo allí asomada a la vitrina me da escalofríos. No sé por qué se fabrican muñecas tan espeluznantes... si es que dan miedo hasta de día!

En fin, los miedosos somos así. Unos luchadores que nos hemos hecho a nosotros mismos a base de asustarnos en cada esquina oscura e inventando excusas no ir al cine a ver esa pel de miedo de la que todos hablan (¿pagar para pasar mal rato? No, gracias). Además los miedos irracionales no solo no desaparecen con la edad sino que aumentan. Quizá ya no miras dentro del armario antes de acostarte, pero sientes el miedo apoderándose de cada poro de tu piel cada vez que llega el extracto de la tarjeta. Eso si que es auténtico miedo.

martes, 13 de septiembre de 2011

Equipamiento deportivo

Después de mucho pensarlo, de darle muchas vueltas y de analizar con realismo el estado de flacidez de mis muslos, por fin me he apuntado al gimnasio. Tenía mis reticencias desde que hace unos tres años decidí matricularme y, pese a que pagaba la cuota religiosamente, no me vieron por allí más de tres o cuatro veces.
Esta vez, sin embargo, estoy mucho más motivada y he decidido entregarme a la causa y darlo todo desde el principio. Para no asustarme le dije a la señorita de las matrículas que me apuntara a partir de la semana que viene, para ir haciéndome a la idea poco a poco...

De momento, y para motivarme a mi misma, he decidido hacerme con un completo equipamiento deportivo. No sabía que era tan complicado hacerse con un atuendo deportivo medianamente decente ¿es necesario parecerme a mi madre (perdona mamá) cuando hago deporte? Me niego a enfundarme en un chándal en el que pantalón y camiseta van milimétricamente conjuntados... Descartada esa opción me he centrado en las mallas ajustadas, que dan un aspecto más profesional, como si llevara toda la vida dando el callo en el gimnasio. El único problema es que estas prendas no dejan nada a la imaginación y me da hasta vergüenza salir así a la calle, y más aún adoptar distintas posturas indecorosas en las máquinas (de tortura) del gimnasio.

En fin, que me he rendido y he tenido que entrar en zara para levantarme el ánimo. En estos casos Amancio Ortega es el único que me comprende. Pero como me parecía feo rendirme a la primera de cambio he vuelto a entrar en la mega tienda del deporte que tenía más a mano y para no irme de vacío he comprado una bolsa de deporte muy mona. Sí,de momento está vacía, pero mejor ir poco a poco, que todavía no he empezado y esto del gimnasio ya me tiene agotada.

lunes, 12 de septiembre de 2011

La ropa interior no es un bikini

Mientras el resto de la humanidad vuelve poco a poco a sus trabajos, yo me encuentro disfrutando de unos días playeros (perdonad el aspecto del blog pero en estos momentos mi móvil es la única conexión que tengo con el mundo desarrollado).

Dejarte unos días libres en septiembre te permite disfrutar de la cara de tus compañeros recién llegados cuando les recuerdas que te vas a la playa, y mientras ellos van perdiendo el moreno que tanto les ha costado conseguir,tú te tuestas a tus anchas pensando únicamente en las sardinas a la plancha que te esperan para comer.

Ay...las vacaciones playeras...pero no todo es tan bonito. Ayer sin ir más lejos asistí a uno de los espectáculos más lamentables de mi corta vida (ya, ya sé que no es tan corta, pero dejadme que me ilusione). En un chiringuito playero, coca cola en una mano y aceituna en la otra, vi como una pareja que ya no cumplía los 45 se acercaban decidida a  la barra ¡en ropa interior! Pero no de esa que venden en oysho que a veces no sabes si es ropa interior, un chándal o un bikini...No, un tanga de encaje negro para la señora y slip del carrefour para el caballero.

No sé que se le tiene que pasar a uno por la cabeza para aparecer en la playa con semejante guisa. Si quieres llamar la atención ponte un bikini amarillo pero el encaje negro...sinceramente lo veo desubicado. Tras la sorpresa inicial me di cuenta de que la alegre pareja venía más "alegre"de lo normal; bueno quizá la humanidad no esté perdida y todo sea culpa del alcohol...

En cualquier caso, tengo que reconocer que no es la primera vez que veo algo así. Hace tiempo se tumbó al lado de mi toalla una señora entrada en años y en carnes con modelito similar de encaje negro.

¿Será una nueva moda? ¿estará el encaje invadiendo las playas españolas? Estaré atenta ante la amenaza de una posible invasión de señoras con encajes. Lo que tengo claro es que aunque la mismísima Kate Moss aparezca con una prenda de encaje semi transparente en la playa, a esta moda no me apunto.Bueno, en ese caso a lo mejor sí...

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Como vivir del cuento y no morir en el intento

Mi situación de máxima pobreza, consecuencia de unas vacaciones a todo tren, ha hecho que desarrolle ciertas habilidades gorronísticas hasta ahora inexploradas. Y es que, en situaciones de emergencia, uno nunca sabe como va a reaccionar. Yo, en lugar de lamentarme y quedarme en casa viendo películas mientras mi vida social se reduce a un “buenos días” con el vecino, he decidido echarle morro y salir a la calle sin temor al momento de pagar la cuenta.

Conseguir vivir del cuento durante todo el mes no es tarea fácil, pero no hay nada imposible. Dejando al margen la opción de comer y cenar todos los días en casa de tu madre, descartada desde el principio, hay que poner en práctica distintas estrategias que nos permitan salir airosas de situaciones comprometidas.

Si las personas con las que hemos quedado no son de una confianza extrema quizá sea demasiado sugerir una invitación, con lo que puedes optar por decir que estás a dieta y que en la carta de ese restaurante casualmente no hay ni una sola cosa que tu nutricionista te permita tomar. Tómate una coca-cola para pasar el rato (seguro que a la coca-cola te invitan tus amigas) y hazte un sándwich de mortadela (o lo más barato que hayas encontrado en Mercadona) cuando llegues a casa.

Pero si sales con amigos de confianza tienes que echar el resto. Es el momento de utilizar trucos como (me he dejado la cartera” poniendo cara de pena total. O “vaya, no tengo efectivo y mi tarjeta se ha estropeado justo hoy”. Con un poco de suerte un alma caritativa se apiadará de ti y te prestará tu parte. Con un poco de suerte antes de navidad te habrás recuperado y podrás devolvérselo.

Otro truco para cenar gratis sin tener que deber dinero a nadie es quedar con amigos solteros, con los que no tengas demasiada confianza (que ya sabéis que da asco) e invitarles a cenar. Los pobres infelices pensarán que tus intenciones son de ligoteo, cuando lo único que quieres es tomar por fin un sushi decente. Cuando traigan la cuenta, puedes quedar muy bien haciendo el amago de pagar a medias, pero cuando él te proponga pagar ni se te ocurra contestar (por si acaso), agradece, sonríe y cada uno a su casa.

Espero que esto funcione porque si no, o me quedo sin amigos o no me compro ni una camiseta en los próximos seis meses, no sé que será peor…

lunes, 5 de septiembre de 2011

Vivir a crédito

Cuando mi banco me ofreció de forma “gratuita” mi primera tarjeta de crédito, pensé que quedaría escondida en un rincón de mi cartera y que jamás haría uso de ella salvo para ocasiones de emergencia. Sin embargo, hace ya bastante tiempo mi tarjeta de débito se estropeó y durante unas semanas tuve que hacer uso de la tarjeta dorada. Fue mi perdición. La tarjeta de crédito te da una sensación de falso poder que para las manirrotas como yo es una auténtica perdición. ¿Que no te queda dinero en la cuenta pero has visto unos zapatos que te encantan? No hay problema, visa oro al canto.

En ese momento no piensas en que el mes que viene tendrás que saldar tus deudas, simplemente te sientes poderosa y vives el momento con esa falsa promesa de que el mes que viene contendrás el gasto. 

Este año, como he estado de vacaciones fuera de España, en uno de esos países en los que si no compras no sabes muy bien a qué ha ido, he “tirado” de tarjeta más de lo debido. Y es que nadie me avisó de lo adictivo de este trozo de plástico dorado. Además, cuando estás de vacaciones no te apetece privarte de nada: cenas, compras y derroche en general. Y como no eres consciente de los que te estás gastando pues nada, no te reprimes ni un poquito.
La consecuencia de todo esto es que mañana mismo el extracto de mi tarjeta dejará mi cuenta en paños menores. Así que o me enfrento a dos meses de máxima austeridad, evitando las compras y las salidas o, una vez más, pagaré todo con la tarjeta de crédito y el mes que viene ya veremos… Creo que no hace falta que os diga lo que haré finalmente. Qué le voy a hacer, soy débil. Maldita señorita del banco y sus tarjetas gratuitas!

miércoles, 31 de agosto de 2011

Plan de pensiones

Esta mañana, una de las becarias de mi oficina, a sus tiernos 22 años, ha intentado convencerme de que es un momento estupendo para comprar casa y que debería plantearme dejar el alquiler para comprar, cosa que mi madre me lleva diciendo desde hace años sin ningún éxito. Y, por supuesto, esta vez tampoco me han convencido. El caso esque le he argumentado las bondades del alquiler y me había parecido que había quedado conforme, hasta qe me ha preguntado algo que me ha puesto los pelos de punta: ¿al menos tendrás un plan de pensiones?

¿Un plan de qué? ¿pero esta chica cuántos años pensará que tengo? La he mirado ojiplática y tímidamente le he dicho que no, que no tengo un plan de pensiones. Así soy yo, viviendo al límite. El resto de mis compañeros, que al parecer estaban con la oreja puesta, han secundado la propuesta recomendando el ahorro para la jubilación. Creo que hasta me he mareado.

Pero si casi no puedo ahorrar para irme de vacaciones ¿cómo voy a plantearme abrir un plan de pensiones? Creo que el día que me decida a abrir uno (si es que lo hago algún día) envejeceré 20 años de repente y empezaré a hacer planes sobre lo que haré ese dinero cuando llegue a los 65 años.Pero de momento (y espero que por muchos años), mi intención es no pensar en la jubilación, llamadme loca.

Lo que realmente me preocupa es que una chica de 22 años piense en estas cosas más que yo. ¿Será que no quiero ver la evidencia? ¿Viviré como una eterna Ana Obregón pensando que a los 50 todavía me quedan bien los shorts? Bueno, que no cunda el pánico, seguro que hay un término medio menos espeluznante.

lunes, 29 de agosto de 2011

Niños feos


Algunas personas dicen que no hay bebés feos. Yo no soy una de ellas. Entiendo que puedas decir que son monos, graciosos… pero cuando un bebé es feo como un demonio a mí me resulta imposible decir que es guapo. 

 Se dice que las madres ven a sus hijos como lo más guapo del mundo, pero si lo que acabas de parir es feo hasta la extenuación ¿qué haces? Admites su fealdad y disimulas con un “ya le cambiará la cara” o disimulas diciendo que tu niño es guapísimo. Supongo que el amor de madre es infinito, aunque negar la evidencia quizá es demasiado. 

Más difícil aún es hacer que suene sincero un “qué guapo” cuando una amiga tuya te enseña la foto de su niño, con la cabeza con forma de pepino y orejas de soplillo, vamos, un querubín. El truco para salir del paso es soltar un “ooohhhhh” y nada más, y cada uno que interprete lo que quiera. 

Por lo que he visto en las fotos yo era un bebé regordete, no muy guapo y con una gran mata de pelo, vamos, una joya. Afortunadamente ese matojo de pelo se me cayó y con los años dejé de ser regordeta así que hay esperanza para las madres de bebés feos. Y es que cuando tienes un hijo feo y no paras de mirarlos ¿qué ocurre? ¿Terminas viéndolo guapo por amor de madre o le ves cada vez más feo? Bueno, supongo que a todo te acostumbras…

La parte positiva es que un bebé feo aprende a desarrollar otras aptitudes para llamar la atención y son más graciosos y espabilados. Los bebés guapos lo tienen todo hecho y tienen las carantoñas aseguradas, con lo que se limitan a dormir mientras los feos les roban poco a poco el protagonismo. Es el precio de la belleza.

jueves, 25 de agosto de 2011

Precios clandestinos


Como la mayoría de la gente, cuando se acerca septiembre empiezo a hacer buenos propósitos para el nuevo “curso”. Una vez más, apuntarme al gimnasio está lo primero de la lista pero, esta vez, no sólo ha quedado en una idea utópica que vaga por mi cabeza sino que he dado un paso más y he empezado a tantear los precios de los gimnasios de la zona. En el primero de ellos se han reído de mí cuando he preguntado si tenían alguna oferta; pues no sé, debe ser que el deporte no está en crisis. En  el segundo me han dicho que no podían informarme del precio por teléfono porque tenían tantas tarifas que es complicado, ni que fuera movistar... En el tercero, la misma canción, nada de precios por teléfono, esta vez, por política de la empresa, toma ya! 

Pues si pretenden que pierda un día entero yendo de gimnasio en gimnasio para que luego me dé cuenta de que no puedo pagar la cuota de ninguno van listos. Sinceramente no entiendo eso de no dar los precios por teléfono, ¿creen que si voy allí y me piden 90 euros al mes me van a convencer mejor que por teléfono? No le encuentro sentido, la verdad. 

Eso mismo me ha pasado hace poco solicitando información por mail para un curso; me llamaron amablemente para informarme y yo, por supuesto, lo primero que pregunté fue el precio, porque si se sale de mi presupuesto ya puede estar avalado por el Doctor Spock que a mí me da lo mismo. Pues bien, la chica que me llamó intentó convencerme para concertar una cita para una entrevista en la que me informarían ampliamente de sus cursos y juntos encontraríamos el que mejor se adaptara a mis necesidades, pero no comentó nada de adaptarse a mi bolsillo. Lo que me faltaba, aguantar una charla de una hora para que me vendan un curso. 

Esto me recuerda cuando en el colegio a nuestros padres les invitaban a agradables charlas en las que intentaban colocarles una enciclopedia infantil o alguna chorrada semejante prometiéndoles que con ese material sacaríamos unas notas inmejorables (que habrá sido de esa pobre gente tras la aparición de Internet). Pero aguantar esas charlas no era gratuito, podías sacar a cambio un balón de fútbol y hasta un chándal. 

En mi colegio, concretamente, nos pasamos un par de años llevando el mismo chándal gris con un sol amarillo que habíamos conseguido gracias al aguante estoico de nuestros padres ante un insistente vendedor. Los que llevábamos ese chándal gris nos sentíamos orgullosos y nos reíamos de algún que otro pringao que había hecho pagar a sus padres por uno de Adidas cuando estaba claro que el que estaba de moda era el de propaganda. ­­

miércoles, 24 de agosto de 2011

Compra on line

No sé como hay gente que aún no se anima con las compras por Internet. Yo acabo de recibir un paquete cargadito y estoy como una niña con zapatos nuevos. Como lo pagué hace una semana ya ni me acuerdo de lo que me costó y más que compras me parecen regalos traídos con cariño por el señor de correos.

Qué ilusión hace recibir estas cosas, lo abres como ansiosa, como si no supieras lo que hay dentro, preguntándote cómo será el color exacto o si te habrás equivocado con la talla. Según me ha llegado, alguna de mis compañeras han comentado eso tan conocido de “no sé como te puedes comprar ropa por Internet, yo si no lo veo…” pero cuando han visto las monerías que me he comprado y lo baratitas que me han salido se han lanzado como locas a la compra on line.

Hay gente que dice que hacer la compra le relaja, pero a mí me relaja más tumbarme en el sofá con una coca cola mientras el “señor del mercadona” me sube las bolsas, llamadme rara.

¿Será que nos estamos convirtiendo o unos comodones? ¿O es que no tenemos tiempo ni para ir a comprar? Yo creo que ni lo uno ni lo otro, simplemente es más cómodo; no tienes que revolver en ningún montón de ropa para encontrar tu talla, ni esperar 30 minutos en una cola llena de madres con niños que no paran de tirarte del vestido.

Seguro que en unos años estaremos comprando nuestras casas y coches por Internet, y ya puestos, ¿por qué en lugar de ir al trabajo todas las mañanas, trabajamos desde casa y hablamos con los compañeros a través de videoconferencia? Bueno, mejor no, que la imagen de alguno en pijama...me acaba de dejar sin habla. Me voy de compras a ver si vuelvo en mí.

lunes, 22 de agosto de 2011

La vida es un musical


La tarde de lluvia en Madrid me ha tenido en casa haciendo planes de sofá. Hoy ha tocado ver West side story, que todavía no la había visto y hombre, un clásico es un clásico. Después de ver las peripecias de estos chicos rodeadas de bailecitos y canciones he estado pensando en lo bonito (o lo raro) que sería que nuestra vida se convirtiera en un musical. 

Yo creo que todo sería mucho más animado entre coreografías y canciones dignas del mismísimo Broadway. Imaginaos que en el trabajo, el jefe te suelta una bronca y, de repente, tus compañeros y tú os levantáis y os marcáis una coreografía al ritmo de “no controles mi forma de pensar porque es total y a todo el mundo gusta…” Su cara podría ser un espectáculo digno de ver. Si discutes con tu novio, podrías marcarte una balada de Luis Miguel o de alguno similar para darle más dramatismo a tu disgusto y, tras la reconciliación, los dos cantaríais algo más animado y bailarías como Fred Astaire y Ginger Rogers en la alegre divorciada.

Yo creo que estaríamos más contentos, que el baile siempre anima. Imaginaos a todo el mundo por la calle con rítmicos movimientos a lo West side story, silbando y chasqueando los dedos; chas, chas, chas… A mí ya me están dando ganas de arrancarme en el salón y echarme unos bailes. Para que este proyecto tenga éxito estoy componiendo algunos temas para el musical de mi vida, aunque estoy teniendo problemas para encontrar voluntarios que se atrevan con mis arriesgadas coreografías. ¿Alguien se apunta?

viernes, 19 de agosto de 2011

Conversaciones de ascensor


Si hay un silencio incómodo por excelencia, ese es el del ascensor. Y es que compartir ascensor puede llegar a ser una experiencia de riesgo. Podrían hacerlos individuales, así nos relajaríamos durante el trayecto sin sobresaltos y sin tener que hablar del tiempo con el vecino. 

Existen cuatro posibles situaciones dentro de un ascensor: ir solo (la ideal), ir con alguien de confianza con quien no te cuesta para nada charlar (la deseable), ir con un desconocido con el que con un buenos días es suficiente (la neutra) y, por último, subir o bajar con alguien que conoces demasiado para solo saludar pero poco como para conversar animadamente, sin duda,  la peor opción de todas. 

Como yo no conozco a ninguno de mis vecinos, en casa no tengo ese problema y con un hola y adiós voy servida pero en el trabajo… la cosa es diferente.  ¿Qué pasa cuando compartes ascensor y siete plantas de trayecto con un compañero al que no conoces mucho pero con el que has hablado alguna vez que otra? Pues bien, yo reconozco que a veces he recurrido a sacar el móvil y fingir que he recibido un mensaje para estar entretenida, pero a veces ni esa técnica funciona. Por supuesto, siempre se puede recurrir al típico “vaya día hace hoy”, que vale tanto para verano como para invierno, o el “ya queda menos para el fin de semana”, que sirve para todos los días menos para el lunes. Si tras estos comentarios aún no hemos llegado a nuestro destino corremos el peligro de que ese compañero cincuentón que se cree gracioso nos haga algún comentario fuera de tono pensando que aún puede ligar en un ascensor. No amigo, no puedes. 

Pero si tienes la mala suerte de llegar a la vez que tu jefe y subir con él en el ascensor, ¡peligro! Si es un jefe inteligente hablará del tiempo y de cosas intrascendentes, pero en la mayoría de los casos optarán por hablar de trabajo y a las 8 de la mañana, todavía sin un café en el cuerpo, probablemente no seas capaz de enlazar dos frases inteligentes sobre el informe que te pidió el día anterior. Para estos casos, yo recomiendo aprenderse de memoria una respuesta comodín tipo “aún estoy analizando los objetivos previos a tener en cuenta en la fase de optimización”. No sabrá que decirte, recuerda que para él también son las 8 de la mañana.

Así que ya sabéis, mucho cuidado con vuestros compañeros de ascensor y si en algún momento pasáis un rato violento pensad que siempre es mejor eso que subir siete plantas andando!

jueves, 18 de agosto de 2011

Las bolsas de la compra

Puede que este sea un tema controvertido pero reconozco que últimamente no hay cosa que me ponga de peor humor que ir al supermercado y que me cobren por las bolsas (sí, últimamente no hago nada muy interesante). No es que no esté a favor de conservar el medioambiente pero si ese es el objetivo ¿por qué no dan bolsas de papel o de algún material biodegradable? No, lo que hacen es darte las mismas pero cobrándolas. Pues no lo entiendo.

Ya me había resignado a que las quitaran en Carrefour e incluso en Mercadona (aunque me llevé una gran decepción con mi supermercado de cabecera) pero esta moda quita-bolsas ha llegado hasta el Hipercor! ¿Cómo es posible? Si voy al Hipercor y pago más que en cualquier otro sitio por lo mismo, por lo menos espero que me regalen una par de bolsas y no tenga que meter las latas de atún en el bolso y las Coca-colas debajo del brazo. Me parece un ultraje.

Si hemos llegado hasta la luna y Apple ha inventado el Ipad, no puedo creer que no podamos inventar una bolsa barata y que no contamine (y que nos puedan dar gratis con la compra, claro). Sinceramente, no creo que a ninguna de estas empresas les importe demasiado el medioambiente, simplemente quieren embolsarse (nunca mejor dicho) algo más de calderilla.

Pero yo me resisto y cuando la cajera me pregunta si quiero bolsas, con ellas ya en la mano, la miro fijamente a los ojos y con la cabeza bien alta le digo ¡no!. Después, tras el subidón inicial, tengo que ingeniármelas para llevar encima toda la compra, utilizando el bolso, bolsillos y demás huecos. Un truco que he aprendido es utilizar las bolsas de la fruta para otros menesteres y meter, junto con las manzanas, el tomate frito, el jamón York y hasta el litro de zumo. Os aseguro que funciona, eso sí, sólo para trayectos cortos.

martes, 16 de agosto de 2011

El regreso


Después de las merecidas vacaciones toca volver a la rutina (más o menos) y retomar las buenas costumbres. Mientras algunos todavía disfrutan de sus viajes o de días enteros tumbados al sol, a otros  como a mí nos toca enfrentarnos a la vuelta al trabajo (nooooooo!!). Hay que ver lo duro que es volver a trabajar después de tres semanas de asueto (había prometido retomar el blog antes… pero la ociosidad me ha podido, lo siento). 

Esta vez ha vuelto a apoderarse de mí ese sentimiento vacacional que me hace pensar en la posibilidad de no volver a aparecer por la oficina, convertirme en bohemia y vivir vendiendo pulseras de cuero en el rastro. Pero cuando lo pienso mejor y me doy cuenta de que quizá ese tipo de vida no me permitiría visitar Zara al menos un par de veces por semana me doy cuenta de lo absurdo de mi idea. 

Creo que todos los trabajadores del mundo sueñan durante sus vacaciones con la posibilidad de que les toque la lotería y no incorporarse nunca a sus trabajos. Sí, no hay duda de que es una bonita idea. De todas formas yo creo que, solo por fastidiar, aunque me tocara un euromillón y no tuviera que preocuparme por el dinero el resto de mis días, aparecería por mi oficina con una sonrisa triunfal y le diría a mis jefes y compañeros que me iba a disfrutar de mi fortuna navegando por el  mediterráneo en mi nuevo barco pero que, sin embrago, les deseaba suerte en el futuro. Me odiarían, sí, pero que a gusto me iba a quedar.

En fin, sueños a parte, comienza un nuevo “curso” y como cada año me he propuesto apuntarme al gimnasio y empezar mañana mismo con la dieta (las hamburguesas de mis vacaciones americanas han hecho mella…). Pero como es mi último día de vacaciones, voy a despedirme como dios manda dándome un buen homenaje a base de barbacoa, tartas y algún que otro helado. Y por si acaso, como aún estoy a tiempo, voy a jugar la primitiva o el  euromillón, quizá tenga suerte y mañana empiecen de nuevo mis vacaciones…