lunes, 30 de mayo de 2011

Dinero plastificado

Hace unos años la tarjeta de crédito se convirtió en un apéndice de mi persona y con tanta tarjeta por aquí y por allá, hasta llegué a olvidar el color de algunos billetes.  A mí, que todavía tengamos que andar pagando con billetes y monedas me parece un atraso. Alta tecnología por todas partes, televisiones 3D, cámaras microscópicas... y en muchos sitos todavía hay que pagar en efectivo.

Yo soy de las que se indignan cuando en un restaurante cuelgan el bonito cartel de "no se aceptan tarjetas de crédito" pero, ¿por qué? ¿Es para desfalcar más cómodamente? La última vez que un camarero me señaló gentilmente el cartelito cuando intenté pagar con la tarjeta tuve que recorrer medio Madrid en busca de un cajero, parece que te están provocando para que te vayas sin pagar. Pero afortunadamente, los tiempos cambian y poco a poco los tarjeteros como yo estamos ganando la baza a los billetistas.

Un ejemplo de que otro mundo es posible es que los que traen las pizzas a mi casa ya vienen con el datáfono incorporado. Sí señor, eso sí es servicio al cliente! ¿Quién no ha querido pedir alguna vez comida a domicilio y se ha dado cuenta de que no tenía dinero? Después de la pizzería, probé con el chino, y también traen datáfono, eso sí, menos moderno, porque la pobre china tuvo que entrar en mi cocina para enchufarlo...

Y es que no entiendo que existan los códigos bidi y la tecnología 4G pero a nadie se le haya ocurrido investigar cómo puedo pagar mi compra del Mercadona con el móvil o, por qué no, con la huella dactilar. Así se evitarían muchos problema; nada de billetes falsos ni robos en los cajeros, dedo índice preparado y a comprar. Además, así las cajeras del Día no te dejarían ningún céntimo a deber, con lo que supongo que la cadena de supermercados se iría a pique.

Bueno, como esto aún no ha llegado, me toca darme un paseo hasta el cajero que mañana tengo que pagar el "numerito" del coche en efectivo. Que pasen estas cosas en el siglo XXI...

viernes, 27 de mayo de 2011

Atuendo deportivo



No sé si será por el miedo a las carnes flácidas, pero el caso es que llevo una temporada (un par de semanas) haciendo deporte. Bueno, no salgo a correr todos los días ni nada de eso (no voy a pasar de 0 a 100 de repente…) pero para el deporte que acostumbro a hacer, puedo decir que estoy bastante activa.

El principal problema ha llegado cuando me he dado cuenta de que no tengo ropa adecuada para hacer deporte. Los primeros días me apañé con unas camisetas muy monas que ya no me pongo y una especie de pantaloncillos muy apañados, pero el caso es que si mi interés por el deporte continuaba, era necesario ampliar el vestuario deportivo. Como puedo gastarme 100 euros en unos zapatos pero no más de 12 en ropa para hacer deporte, he ido a Decatlón, esa maravillosa cadena de tiendas en las que algunas personas (raras) hasta disfrutan.

Me he dirigido directamente al pasillo “textil femenino” pensando en no dedicar más de 10 minutos a la ardua tarea de comprar dos camisetas y unas mallas. Ingenua de mí. Cortas, largas, de colores, más gordas, más finas, de tela transpirable… y todas, por supuesto, feas. ¿Es necesario dar miedo para hacer deporte? ¿Será un requisito indispensable?

Tras recorrer los pasillos una y otra vez, he terminado en el probador con 18 pantalones. Gracias a ellos, he descubierto michelines que no sabía que tenía y me he dado cuenta, una vez más, de que le deporte no está hecho para mí. Pero como no estoy dispuesta a que unas simples mallas ajustadas puedan conmigo, he seguido probando hasta encontrar las menos malas, que combinadas con una camiseta lo suficientemente larga para tapar la cartuchera pero no tanto como para que parezca un camisón, he encontrado por fin, mi look deportivo. Será la adrenalina del deporte pero, aunque con esta pinta soy como una mezcla de un yonki y un rapero, es ponerme esta ropa y sentime más tonificada. Estoy deseando estrenarlo mañana. Así que si veis por ahí a una loca corriendo como un pato con unas mallas y una camiseta de tejido ultratranspirable que le llega por las rodillas, saludadme, soy yo.

jueves, 26 de mayo de 2011

Gustos inconfesables

El otro día una amiga (de la que no revelaré el nombre) me confesó que le encanta el reguetón y que cuando escucha a Don Omar se le erizan los pelillos de la emoción. Me pareció una actitud muy valiente porque, a veces, nos cuesta hacer este tipo de declaraciones.

 
Yo oculté durante varios meses que estaba enganchada a Betty la fea (la buena, la original) hasta que dejé de avergonzarme y confesé al mundo mi adicción. Son pequeños secretillos de los que nos avergonzamos sin saber muy bien por qué. Reconozco que con la edad me he hecho más desvergonzada y ya no me da miedo decir abiertamente que el programa de la MTV sobre la boda de Alaska y Mario Vaquerizo me parece lo más (y a quién no se lo parezca no sabe lo que dice).

¿Por qué a veces nos avergüenzan nuestros gustos? ¿Lo bonito no está en la diversidad? Si fuéramos más sinceros quizá encontraríamos mucha más gente como nosotros. Es como la gente que afirma que le gustan los bocadillos de chorizo con chocolate. Todos conocemos a alguien con esta curiosa afición,  por lo que debió haber un pionero que gritó al mundo su raro gusto en materia bocadilleril y tras él se erigió todo un ejército de seguidores.

Otra cosa que intentamos mantener en secreto son nuestras manías, esas costumbres raras que tenemos en la intimidad, como tener que apagar y encender la luz tres veces cuando llegas a casa o cepillarte el pelo 100 veces (ni 99 ni 101) antes de acostarte. Este tipo de manías normalmente se descubren gracias a la convivencia; es una manera de decirle a tu pareja que, efectivamente, como él ya sospechaba, no estás bien de la cabeza.

y tú, ¿tienes algún gusto, manía o secreto inconfesable?

miércoles, 25 de mayo de 2011

Los bollos de mi madre

Llevo una temporada pensando que mi madre quiere cebarme. Eso o que está encantada con su nuevo batidor de masas, porque cada vez que nos vemos aparece con dos enormes bizcochos caseros para que me alimente en condiciones.

Este fin de semana, se me ocurrió la brillante idea de invitar a mis padres a comer a casa y, por supuesto, la visita vino con bollo. Como me da pena que se estropee, me estoy atiborrando de dulce y ganando kilos sin cesar sabiendo que el domingo, en el cumpleaños de mi abuela, también habrá bollos, sobrarán y me “obligarán” a llevármelos a casa. Vuelta a empezar.

Hay dos tipos de madres: las que se pasan la vida diciéndote que no comas tanto que vas a engordar y te crean un complejo tremendo, y las que te por mucho que comas siempre te ven esquelética. La mía es del segundo grupo. Creo que si un día aparezco con tres tallas más me preguntará si me pasa algo, que estoy más delgada. Mi abuela, sin embargo, es sincera como los niños y los borrachos. El otro día se me quedó mirando muy de cerca (es lo que tienen las cataratas) y me dijo que estaba más gorda, así, de repente y sin avisar. Ante mi ofensa, me dijo que eso era bueno, que parecía más “sanota”, pero no me convencieron sus argumentos.

Estoy pensando en decirle a mi madre que he desarrollado una extraña alergia a sus bizcochos, para así poder poner un poco de orden en mi dieta. El problema es que si no puede hacerme bollos optará por otra cosa y puede que se presente con pollos asados y ensaladilla rusa. ¿Por qué todas las madres tienen la necesidad de alimentarnos (o cebarnos)? Sí, es cierto que comemos mal y que mi especialidad culinaria más destacada es el sándwich de jamón y queso…Aún así, he decidido renunciar al bizcocho materno y con ello a la obesidad. Eso sí, tendré que comerme el de chocolate que tengo en casa; no es que quiera, pero sería una pena que se estropeara…

martes, 24 de mayo de 2011

Perturbadores del sueño

Esta noche he recibido la visita de un par de molestos inquilinos que en cuanto hace algo de calor empiezan a proliferar por mi habitación. No sé si será por la orientación de la ventana o por el dulzor de mi sangre pero soy blanco fácil de los mosquitos. Lo curioso es que tenía la ventana y la puerta cerrada y antes de acostarme no había vito ni un solo mosquito pululando por mi habitación. Sin embargo, en cuanto apagué la luz y me tumbé en la cama noté el molesto ssssssshhhh cerca de mi oído. Estaba claro, hasta que no acabara con él no podría dormir.

No sé como los mosquitos son tan tontos que pasan cerca de tu oreja para que les descubras. Yo si fuera un mosquito me agazaparía tras el armario y en cuanto escuchara los primeros ronquidos, saldría con el aguijón en alto para ponerme morado y volver victorioso con el resto de mis compinches. A lo mejor les gusta provocarnos y nos están desafiando con sus vaivenes.

A mí me ha faltado poco para entrar en su juego, así que me he levantado y como una alumna aventajada del señor Miyagi me he subido a la cama dispuesta a cazar al visitante. Con una perfecta postura de la grulla, he esperado a que el mosquito de turno asomara el aguijón y en cuanto lo he visto le he dado tal porrazo que he descolgado media cortina, mientras mi “amigo” salía indemne. Primera batalla perdida. Después de diez minutos buscándolo de nuevo, le he descubierto posado en el techo, lejos de la cama. El muy pilluelo debía saber que con mi escaso 1,59 de altura hay ciertas zonas a las que tengo difícil acceso. Pero como los bajitos nos hemos hecho a nosotros mismos, sabemos vencer estas dificultades y he encontrado el arma perfecta para el ataque: un cojín oscuro (que un mosquito aplastado en un cojín blanco no es muy elegante…).

Con la misma cara que Bardem en No es país para viejos (hay que ver el miedo que da el tío) he cogido carrerilla y he saltado desde el borde de la cama como si fuera a conseguir una medalla, he llegado hasta él y le he encojinado. Yo 1 - Mosquito 0.

Hecha polvo por semejante esfuerzo físico a las 2 de la mañana, pero con la satisfacción del trabajo bien hecho, me he vuelto a acostar dispuesta a dormir como un angelito. Sin embargo, dos minutos después por mi oído ha vuelto a pasar el mismo sssshshhhh. ¿Un aliado buscando venganza? ¿Ha resucitado? Dos duelos a muerte en la misma noche son demasiados para mi, así que le he cedido amablemente mi cama y me he mudado al sofá. Una y no más, esta noche estaré preparada.

viernes, 20 de mayo de 2011

Empresas deportivas

En algunas empresas, como en la mía, se promueve el deporte como método de unión entre los empleados. En mi caso, les ha dado por organizar una especie de mini olimpiadas con categorías de lo más variopintas (hay hasta campeonato de bolos) para que todo el mundo encuentre su hueco. Sobra decir que yo no me he apuntado a nada, no sólo no me apetece hacer deporte sino que me apetece menos aún hacerlo rodeada de compañeros de trabajo. No, gracias.

Ayer en la farmacia, me encontré con un compañero que estaba de baja y con el brazo en cabestrillo, consecuencia de estos encuentros deportivos. Ya lo decía yo, esto tiene que ser como mínimo peligroso. Y es que seguro que más de uno ve en estos partidos la oportunidad de que el compañero pelota pague por sus peloteos, de que el “amigo” del jefe muerda el polvo y de que el de la mesa de al lado, simplemente porque te cae mal, sufra la derrota en sus carnes.

Qué bonita la competición entre compañeros. Yo creo que, más que unir, crea nuevos conflictos. Yo soy extracompetitiva y no me gusta perder ni a las chapas, y precisamente por eso no participo. Me emociono tanto cuando gano y me enfado tanto cuando pierdo que el día post-partido sería muy duro y ninguno de mis compañeros volvería a hablar conmigo, y no están las cosas como para perder amistades…

En el trabajo de mi hermano tienen un equipo de fútbol en el que juegan con jefes y directivos. Pero ¿y si “accidentalmente” le das una dolorosa patada a tu jefe? ¿Lo tendría en cuenta en la revisión de tu sueldo? Otra opción es dejar ganar siempre al equipo del jefe, para que esté contento y animado, pero la competición perdería su gracia, la verdad.

Yo, por si acaso, prefiero no mezclar deporte con trabajo, que a final de mes tengo que pagar el alquiler y si me dejo llevar por mi instinto asesino soy capaz de romper un brazo o cuatro dientes.  

miércoles, 18 de mayo de 2011

Modales

A veces, algo tan simple como un por favor y un gracias pueden suponer la diferencia entre hacer algo de mala gana y hacerlo con gusto (bueno, tanto como con gusto quizá no). Es curioso como hay personas a las que les cuesta horrores ser amable y tienen el imperativo como verbo de cabecera, “haz, manda, coge, escribe, envía, llama”. Dan ganas de levantarse y gritar un “a sus órdenes!!” a ver si se dan cuenta de su tonillo dictatorial.

El sabio refranero español dice que se cazan más moscas con miel que con vinagre y no puedo estar más de acuerdo. Es como la gente que tiene por costumbre gritar para que les hagan más caso. Yo tengo un sistema antigritos; cuanto más alto me hablan, más bajo hablo yo. Normalmente produce un efecto tan desconcertante que o bajan la voz o me mandan a la mierda, las dos opciones igual de válidas.

Yo he decidido poner en mi vida un poco más de calma y relax, e intentar que no me afecten las malas formas y malos humos… Mi modelo a seguir es una cajera del Mercadona de mi barrio que llueva o truene te saluda con una sonrisa, te pregunta qué tal el día, te ayuda con las bolsas y te desea buena tarde. Esa señora es mi ídolo, no pierde la buena cara y, la verdad, es que parece feliz. Así d gusto ir a comprar.

A lo mejor esa es la clave de la felicidad; si todos fuéramos un poquito más amables e intentáramos hacer el día un poco más agradable a los demás, trabajaríamos más a gusto y llegaríamos a casa menos estresados y de mejor humor. Lo intentamos?

martes, 17 de mayo de 2011

Modelitos de oficina

Hoy me contaba una amiga que algunas de sus compañeras tienen comportamientos extraños con respecto a su vestuario en el trabajo, como venir dos días seguidos con la misma ropa. Este comportamiento, tan aceptado entre los de 25, a los 35 ya se ve de otra manera. Yo creo que si sospechas que pasarás la noche fuera, deberías ir equipada con el kit de la “noche salvaje” y llevar allá donde vayas una muda limpia, el cepillo de dientes y ropa para ir a trabajar, que luego… todo se sabe.

Luego están las que a mediodía se cambian de ropa y aparecen por la tarde con un modelito distinto y pintadas como para quemar la noche. Evidentemente en lo primero que piensas es que hoy las viene a recoger algún chulazo, pero cuando a las siete de la tarde se plantan en la parada del autobús como cualquier otro día…algo falla.

Es curioso como a medida que la gente cumple años en un trabajo su estilo de ropa va cambiando. De los tacones y la camisa bien planchada pasamos a los vaqueros y los zapatos planos. Y no habemos de algunos jerseys de invierno, que de tanta pelotilla abultan el doble. Cualquier día aparece alguien en al oficina con las zapatillas de estar en casa…

Quizá es por mi vena superficial (que últimamente la tengo un poco inflamada) pero reconozco que la ropa que me pongo influye en mi estado de ánimo. Si me calzo unos buenos tacones y un modelazo estupendo —aunque me lancen miradas fulminantes que si tuvieran traducción dirían algo como “y esa que se cree”— yo me siento tan estupenda y hasta creo que rindo más. Sin embargo, los días que, como hoy, me levanto cansada o desanimada, me pongo lo primero que pillo y dejo los tacones en casa y me paso el día un poco “plof”.

Puede que esta sea la causa de que alguna de mis compañeras se cambie de ropa sin cesar… si me levanto triste: zapatillas y vaqueros, si el día mejora: tacones y minifalda. Qué estrés, ¿no? Los días que tengan el síndrome premenstrual, con sus cambios de humor correspondientes, su armario tiene que ser una fiesta.

lunes, 16 de mayo de 2011

Primeras comuniones

Mayo es el mes de las flores y de las comuniones. Como margaritas y tulipanes, los sábados y domingos emergen por las esquinas niños vestidos de marineros y niñas que a los doce años miden 1,80 y parecen novias con mal gusto. Ayer por la tarde, me topé con una de estas comuniones y me di cuenta de lo mucho que han cambiado. El padre de la criatura se pasó media hora guardando los regalos en el coche: una Play Station, una bicicleta… nada que ver con la Nancy comunión y el rosario que recibíamos nosotros sí o sí.

El mejor regalo de mi comunión fue un reloj Casio de correa de plástico negra que no me dejaron ponerme hasta el día en cuestión. Tenía las manecillas plateadas y durante el tiempo que duró sin ralladuras (bastante poco…) me permitió ser la envidia de mi clase. Otro de los regalos estrellas llegó más tarde; con el dinero de la abuela nos compraron a mis hermanos y a mí una super consola portátil, pero no una Game Boy ni nada de eso, eran unas mini Nintendo con un solo juego que se abrían como pequeñas cajitas. La mía era el Donkey Kong y todavía funciona! Con tanto friki suelto seguro que en ebay puedo sacarle partido…

También estaban los regalos absurdos que solían venir de esa tía mayor a la que veías poco, como un joyero de plástico o el portalápices en el que ponía “mi primera comunión”. Dabas las gracias por no liarte a bofetones con el que te había regalado semejante chorrada. Menos mal que siempre había un tío soltero y con posibles que quería convertirse en el tío guay y te hacía un buen regalo. A mí me cayó el “Diseña la moda” un juego para diseñar tu propia ropa con unos moldes de plástico y una tiza negra... tecnología en estado puro.

A principios de los 90 las primeras comuniones no eran abundancia y derroche sin sentido como ahora; entonces se aprovechaba todo. Mi madre tiñó de azul marino mis zapatos blancos de la comunión (con lo bonitos que eran... una pena) y me obligaba a ponérmelos los domingos para amortizarlos. Y mis hermanos, los pobres, llevaron su chaquetilla blanca de comunión a decenas de eventos familiares. Estoy convencida de que todavía lo guarda todo por si le puede servir a algún nieto.

Otro tema son las fotos. Por algún extraño motivo las familias españolas tienen la costumbre de llenar la casa de fotos de todas las comuniones. Las fotos se hacían en el estudio del fotógrafo del barrio, sobre un fondo de nubes moradas y posando como modelos profesionales agarrando la biblia o con las manos juntas y caras de buenos. En mi caso, la enorme foto de mi comunión que mi madre luce en su casa sirve para recordarme que, aunque pensaba que iba monísima, ese día a mi madre se le ocurrió cortarme el flequillo para que se me viera bien la cara y, trasquilón tras trasquilón, el flequillo terminó siendo una fina línea en lo alto de mi frente. Bendita comunión.

jueves, 12 de mayo de 2011

Renovando el DNI

Hoy me ha tocado renovar el DNI y vengo fascinada por la cantidad de avances tecnológicos que ha habido en el ámbito carnetiano en los últimos años. Parece que fue ayer cuando salías con los dedos untados de tinta, intentando no pringarte la ropa y ahora, en un plis plas, un superescaner se te queda con tus huellas. Aunque hay que reconocer que lo de la tinta tenía su encanto, casi tanto como tener que firmar en un pequeño agujerito de cartón. Qué tiempos.

Iba yo un poco preocupada por la pinta que tengo en la foto que me hice para la ocasión, que son muchos años con el mismo carné… Pero con este nuevo formato apenas se me ve, más que una foto parece un espectro en blanco y negro que puedo ser yo o Sofía Loren, lo mismo da.

Otra cosa que me ha sorprendido es que no he esperado ni media cola, llegar y besar el santo y, encima, el funcionario que me ha atendido era más majo que las pesetas, nada parecido a la señora con bigote que me hizo el DNI la última vez. Quizá sea porque en esta ocasión he ido a una comisaría del extrarradio y estarán menos estresados, o que esto también ha cambiado. 

Mi amable funcionario me ha explicado con pelos y señales todos los pasos del proceso y las maravillas que puedo hacer con mi nuevo DNI electrónico: que si la declaración de la renta, trámites con la administración... vamos, que es la bomba, mañana mismo empiezo a usarlo para apuntarme a unas oposiciones o algo. ¿Y esto no podría servir también para votar? Que se acercan elecciones y tener que ir hasta el barrio de mi madre (donde aún estoy empadronada) me da una pereza soberana. Seguro que subiría la cuota de participación, ahí lo dejo.

Entre las cosas que me ha explicado, lo que más ilusión me ha hecho es que como aún no tengo 30, todavía tengo que renovarlo a los 5 años, lo que es una muestra evidente de que aún soy joven y lozana y de que a partir de los 30 la vejez empieza a hacer mella en nuestras fotos de carné.

miércoles, 11 de mayo de 2011

Spam Facebookiano

Iba a dedicar este post a los mensajes de ostentación del amor que últimamente proliferan en facebook, del tipo “si tienes a tu lado a un hombre que te cuida y bla bla bla… cuelga esto en tu muro”, pero supongo que puedo herir sensibilidades, así que hablaré en términos más genéricos…

Desde que Facebook se ha convertido en la página de inicio de la vida de muchos, no dejan de aparecer mensajes en cadena a los que yo no les encuentro sentido. “si tienes una madre que luchó por sacarte adelante y bla bla bla… cuelga esto en tu muro para…” Primero: mi madre no sabe entrar en facebook, con lo que nunca leerá esto; segundo: no creo que a nadie más que a mí le importe como es mi madre; tercero: si tan orgulloso estás de tu madre o de quién sea, pues díselo a ella y déjanos en paz a los demás.

Otra cosa que me maravilla son las parejas que se hablan a través de facebook, comentan sus fotos, se ponen tonterías… pero ¿esta gente no habla? Decirle a tu novio que le quieres a través de facebook... pues no lo entiendo… ¿el objetivo es que nos enteremos todos de que le quieres? ¿O mostrar al mundo que por fin tienes novio? En ese caso enhorabuena, objetivo cumplido.

En fin, que cada uno con su facebook… pero esto es como el Hola, si apareces, estás expuesto al escrutinio y a que lo comentemos todo. En cualquier caso, todos tenemos algún “amigo” de facebook (o de cualquier otro sitio) que se caracteriza por dar demasiada información sobre su hasta el punto que terminas conociendo mejor a su familia que a la tuya.  Así que si tienes uno o varios “amigos” que saturan tu facebook mandando mensajes a sus novios o repitiendo lemas sobre la importancia del amor y la amistad verdadera… cuelga esto en tu muro.

martes, 10 de mayo de 2011

Super Pop, descanse en paz

Hoy es un día triste para el mundo del periodismo, para las que en algún momento de los 90 (o de los 80) fuimos adolescentes, para las que en algún punto de nuestras vidas nos hicimos fans de los Back Street Boys y discutíamos con las que decían que Nick Carter era el más guapo cuando estaba claro que Brian no tenía rival. Hoy, la revista Super Pop ha anunciado su cierre (en papel, porque parece ser que seguirá funcionando en formato electrónico, aunque no será lo mismo).

Algunas mentes perversas dicen que demasiado ha durado, pero ¿qué harán ahora las adolescentes durante el recreo? Supongo que con el Iphone en la mano ahora pasan de revistas y están todo el día actualizando su estado en facebook. Tengo que reconocer que yo nunca me la compré (con mi escasa paga semanal no estaba como para derrochar en revistas) pero siempre había alguna compañera fiel a su cita semanal con Super Pop y muchas gorronas como yo dispuestas a leerla gratis.

Lo mejor de la revista: su sección de consultas y el horóscopo. En aquélla época, si el horóscopo de la Super Pop te decía que ibas a conocer al hombre de tu vida (hombre, por decir algo, porque a los 14 años…), te pasabas la semana emocionada sonriendo a todo el que pasaba por delante. Las consultas amorosas también tenían su miga. Una especie de doctora, que supongo que era la becaria de la redacción, respondía dudas peregrinas sobre sexualidad y relaciones, aunque estoy convencida deque se las inventaban. Por supuesto, las preguntas eran del tipo: “Practico sexo oral con mi novio, ¿puedo quedarme embarazada? Capricornio, 15”. “Amiga capricornio, déjate de novios y ponte a estudiar, que falta te hace”. Esa hubiera sido mi respuesta, pero la “Doctora Super Pop” era mucho más amable.

Además, los pósters de la Super Pop nos sirvieron durante años para decorar nuestras carpetas y para discutir con nuestras madres sobre si forrar o no nuestra habitación con la cara de Brad Pitt. 

En mis últimos años de instituto, llegaron a los kioscos fuertes competidoras como la revista Bravo y la Vale, conocida por incorporar entre sus secciones una postura sexual, “la postura del mes” se llamaba, muy adecuada para una revista dirigida a quinceañeras de la época (antes éramos mucho más recatadas, o yo por lo menos…).

Pero Super Pop era sin duda la mejor y siempre tendrá un hueco en nuestros corazones… Hasta siempre!

viernes, 6 de mayo de 2011

Empatía del acento

Probablemente no soy la única a la que le pasa esto pero sí a la que le pasa en menos tiempo. Soy capaz de cambiar inconscientemente de acentos según donde o con quién esté. Es normal que gente que ha vivido fuera durante varios años termine con un ligero acento del país donde ha estado. Pero que en cuestión de minutos tu acento mute en función de dónde o con quién estés… ya no es tan normal. ¿Será solidaridad con el acento del prójimo, empatía o falta de personalidad?

La semana pasada, estuve en Barcelona por trabajo con unas compañeras catalanas, y de repente me di cuenta de que parecía del mismo Reus haciendo uso a la “perfección” de mi recién aprendido acento catalán. Mientras volvía en el ave reflexioné sobre el ridículo que había hecho y sobre las muchas veces que he hecho lo mismo.

En mis últimas vacaciones en Galicia terminé con más acento gallego que Fraga, y no digo nada de mi viaje a Portugal, aunque allí mi acento tenía unos toques brasileños mucho más exóticos. ¿Por qué se nos pega (o se me pega) el acento tan rápido? Seguro que Eduardo Punset diría que son las ganas de pertenencia al grupo, pero yo creo que en mi caso es pura estupidez. Estoy convencida de que a los que plagio el acento se dan perfecta cuenta de que soy forastera, con lo que más que pertenencia al grupo estoy pidiendo a gritos algún que otro insulto.

De verdad, es sin querer, no puedo evitarlo, es oír un acento y olvidarme de mis raíces. Tuve una compañera colombiana durante un tiempo y cuando hablaba con ella parecía uno de los personajes de Pasión de Gavilanes.

Me pregunto que pasaría si un día decidiera (así, de repente) asistir a una reunión de la ONU, ¿por qué acento me decantaría? ¿Saldría de allí con vida?

jueves, 5 de mayo de 2011

Calvicie prematura

Desde hace unos meses (o quizá más) hay algo que me inquieta. No se trata del calentamiento global ni de la extinción del lince ibérico, sino de lago más importante: me estoy quedando calva. Pensaba que, quizá por la edad, la frente se me estaba haciendo cada vez más grande pero nada de eso… tengo entradas de señor mayor. Que cómo es posible? Pues eso me gustaría saber a mí.

El caso es que aunque consigo magistralmente disimular con el pelo que me están saliendo entradas (o que ya me han salido) yo conozco la verdad y sé que un viento inesperado sacará a la luz mi secreto. De hecho, el otro día fui a hacerme fotos de carné (momento siempre terrible) para renovar el DNI y, pese a que me coloqué monísima delante del espejo del fotógrafo, camuflando mi calvicie con esmero, cuando vi el resultado… cara de asco y una frente descomunal, con entradas por supuesto. Cinco euros para esto… si lo sé me la hago en un fotomatón, al menos me ahorro unos eurillos y no tengo que aguantar al fotógrafo diciéndome que he salido fantástica. Estuve a punto de preguntarle si estaba de coña, ¿cree que estoy ciega?

Tenía que haber sido previsora y haber tomado alguna medida cuando ví que mis hermanos se quedaban calvos antes de los 30, ya que estaba claro que no tenía una gran genética en temas capilares. Aunque este fin de semana, después de ver la boda de Guillermo y Catalina, me he dado cuenta de una cosa: si el príncipe Guillermo, con peluqueros privados y todos los medios a su alcance, se está quedando calvo, el resto de los plebeyos no tenemos nada que hacer. No hablemos ya de Alberto de Mónaco, al que no recuerdo con pelo. Así que nada de pastillas ni vitaminas, sólo nos queda la resignación, evitar los recogidos y coletas y retocar todas las fotos con photoshop.

miércoles, 4 de mayo de 2011

El líder de la manada

Estos días está en Madrid César Millán, también conocido como el encantador de perros. Por lo visto, el espectáculo de ayer fue un éxito rotundo y hoy repite llenando de nuevo el palacio de los deportes, tiene mérito el tema, sobre todo teniendo en cuenta el precio de las entradas. A mí este hombre me tiene completamente fascinada, no sólo por sus habilidades en el amaestramiento perruno, sino por cómo es capaz de hacer un programa de televisión en el que se repite lo mismo una y otra vez pero que, por algún extraño motivo, te engancha y no puedes dejar de verlo.

Yo no tengo perros ni ganas de amaestrar a ninguno, pero los sábados en el sofá con la taza de Cola-Cao en la mano, soy fan de Cesar Millán. En realidad, lo que me gusta ver es lo “curiosos” (por no entrar en el descalificativo) que son los dueños de estas encantadoras criaturas, que los malcrían a base de agua de Vichy y cordero asado. Vivir para ver. Recuerdo un caso en el que dos pomeranias enanos (un perro pequeño y peludo de ladrido chillón) llamados Prada y Gucci tenían un problema por estar demasiado mimados. Fue sencillo ver que su principal problema era su dueña, una pija loca que les trataba como pequeños dioses, daban más miedo que un doberman con hambre.

He llegado a la conclusión de que las técnicas que utiliza mi amigo César en el dominio y control de estos animales (y de sus dueños) son las mismas que usa Supernani (programa de televisión responsable de la baja natalidad de este país) para los niños; igualito igualito.

Será porque de pequeños somos como animalillos asilvestrados que necesitan reglas y actividades que nos mantengan ocupados para no cometer fechorías (de ahí el exceso de actividades extraescolares a las que los padres modernos someten a sus vástagos). Pero la clave siempre está en los "responsables", así que mientras César da pautas a los dueños de los perros, Supernani se las da a los padres de los niños, pero en el fondo las normas son similares y el objetivo es el mismo: conseguir ser el “líder de la manada”.

martes, 3 de mayo de 2011

Atención selectiva


Es curioso como prestamos atención de forma selectiva en función de lo que nos interesa. El refranero popular dice que no hay peor sordo que el que no quiere oír, y esto es algo parecido; dile a mi padre 1000 veces cual es mi color favorito y le dará lo mismo, pero si le preguntas los goles marcados por el Madrid en el último año te dará la fecha y minuto exacto de cada uno.

Un profesor de la facultad decía que tenemos una memoria limitada y que llega un punto en el que para "meter" cosas nuevas tienen que salir otras, con lo que es mejor dejar hueco sólo para lo que te interese. A mí me parecía más bien una excusa para justificar que se le olvidara el cumpleaños de su mujer y cosas parecidas. No creo que sea problema de memoria, sino de interés. Es como la gente que dice que es muy mala para los nombres o para los cumpleaños, si alguien no se acuerda de cómo me llamo es que le intereso más bien poco.

Pero no sólo es cuestión de la memoria o el oído, la vista también es selectiva. Casi todos nos hemos sentido invisibles alguna vez. En mi trabajo incluso han llegado a preguntar si había ido a trabajar cuando llevaba todo el día sentada en mi sitio; quizá debería ponerme una pamela o algo llamativo para no pasar inadvertida...aunque pensándolo bien, es mejor así, si no me ven no me caerán marrones…

¿A quién no le han dicho aluna vez eso de “anda, si estás aquí, no te había visto”? Normalmente es mentira, te ha visto y se ha hecho el loco o la loca, que el arte de hacerse el longui no entiende de sexos. Pero a veces esa mirada selectiva es real, yo puedo pasar cien veces por una calle y no darme cuenta de que en la esquina hay un concesionario de coches tan grande como un campo de fútbol, pero si le preguntas a un tío por esa misma calle te dará detalles de concesionario y hasta de los coches que hay expuestos, marca y modelo.

Esto es motivo de multitud de disputas de pareja… que si ya te lo dije, que si no me escuchas, te lo he dicho 30 veces... no os enfadéis, no es culpa suya ni nuestra, simplemente no podemos luchar con la atención selectiva. Tendremos que aprender a lidiar con ella. Os propongo una técnica para evitar peleas: si queréis que ellos recuerden que el domingo hay comida familiar en casa de tu madre, invéntate alguna nemotecnia que asocie la comida con tu madre con la próxima carrera de Fernando Alonso o con la final de la Champions. Ya sabes, si no puedes con el enemigo... trata de engañarle!