miércoles, 31 de agosto de 2011

Plan de pensiones

Esta mañana, una de las becarias de mi oficina, a sus tiernos 22 años, ha intentado convencerme de que es un momento estupendo para comprar casa y que debería plantearme dejar el alquiler para comprar, cosa que mi madre me lleva diciendo desde hace años sin ningún éxito. Y, por supuesto, esta vez tampoco me han convencido. El caso esque le he argumentado las bondades del alquiler y me había parecido que había quedado conforme, hasta qe me ha preguntado algo que me ha puesto los pelos de punta: ¿al menos tendrás un plan de pensiones?

¿Un plan de qué? ¿pero esta chica cuántos años pensará que tengo? La he mirado ojiplática y tímidamente le he dicho que no, que no tengo un plan de pensiones. Así soy yo, viviendo al límite. El resto de mis compañeros, que al parecer estaban con la oreja puesta, han secundado la propuesta recomendando el ahorro para la jubilación. Creo que hasta me he mareado.

Pero si casi no puedo ahorrar para irme de vacaciones ¿cómo voy a plantearme abrir un plan de pensiones? Creo que el día que me decida a abrir uno (si es que lo hago algún día) envejeceré 20 años de repente y empezaré a hacer planes sobre lo que haré ese dinero cuando llegue a los 65 años.Pero de momento (y espero que por muchos años), mi intención es no pensar en la jubilación, llamadme loca.

Lo que realmente me preocupa es que una chica de 22 años piense en estas cosas más que yo. ¿Será que no quiero ver la evidencia? ¿Viviré como una eterna Ana Obregón pensando que a los 50 todavía me quedan bien los shorts? Bueno, que no cunda el pánico, seguro que hay un término medio menos espeluznante.

lunes, 29 de agosto de 2011

Niños feos


Algunas personas dicen que no hay bebés feos. Yo no soy una de ellas. Entiendo que puedas decir que son monos, graciosos… pero cuando un bebé es feo como un demonio a mí me resulta imposible decir que es guapo. 

 Se dice que las madres ven a sus hijos como lo más guapo del mundo, pero si lo que acabas de parir es feo hasta la extenuación ¿qué haces? Admites su fealdad y disimulas con un “ya le cambiará la cara” o disimulas diciendo que tu niño es guapísimo. Supongo que el amor de madre es infinito, aunque negar la evidencia quizá es demasiado. 

Más difícil aún es hacer que suene sincero un “qué guapo” cuando una amiga tuya te enseña la foto de su niño, con la cabeza con forma de pepino y orejas de soplillo, vamos, un querubín. El truco para salir del paso es soltar un “ooohhhhh” y nada más, y cada uno que interprete lo que quiera. 

Por lo que he visto en las fotos yo era un bebé regordete, no muy guapo y con una gran mata de pelo, vamos, una joya. Afortunadamente ese matojo de pelo se me cayó y con los años dejé de ser regordeta así que hay esperanza para las madres de bebés feos. Y es que cuando tienes un hijo feo y no paras de mirarlos ¿qué ocurre? ¿Terminas viéndolo guapo por amor de madre o le ves cada vez más feo? Bueno, supongo que a todo te acostumbras…

La parte positiva es que un bebé feo aprende a desarrollar otras aptitudes para llamar la atención y son más graciosos y espabilados. Los bebés guapos lo tienen todo hecho y tienen las carantoñas aseguradas, con lo que se limitan a dormir mientras los feos les roban poco a poco el protagonismo. Es el precio de la belleza.

jueves, 25 de agosto de 2011

Precios clandestinos


Como la mayoría de la gente, cuando se acerca septiembre empiezo a hacer buenos propósitos para el nuevo “curso”. Una vez más, apuntarme al gimnasio está lo primero de la lista pero, esta vez, no sólo ha quedado en una idea utópica que vaga por mi cabeza sino que he dado un paso más y he empezado a tantear los precios de los gimnasios de la zona. En el primero de ellos se han reído de mí cuando he preguntado si tenían alguna oferta; pues no sé, debe ser que el deporte no está en crisis. En  el segundo me han dicho que no podían informarme del precio por teléfono porque tenían tantas tarifas que es complicado, ni que fuera movistar... En el tercero, la misma canción, nada de precios por teléfono, esta vez, por política de la empresa, toma ya! 

Pues si pretenden que pierda un día entero yendo de gimnasio en gimnasio para que luego me dé cuenta de que no puedo pagar la cuota de ninguno van listos. Sinceramente no entiendo eso de no dar los precios por teléfono, ¿creen que si voy allí y me piden 90 euros al mes me van a convencer mejor que por teléfono? No le encuentro sentido, la verdad. 

Eso mismo me ha pasado hace poco solicitando información por mail para un curso; me llamaron amablemente para informarme y yo, por supuesto, lo primero que pregunté fue el precio, porque si se sale de mi presupuesto ya puede estar avalado por el Doctor Spock que a mí me da lo mismo. Pues bien, la chica que me llamó intentó convencerme para concertar una cita para una entrevista en la que me informarían ampliamente de sus cursos y juntos encontraríamos el que mejor se adaptara a mis necesidades, pero no comentó nada de adaptarse a mi bolsillo. Lo que me faltaba, aguantar una charla de una hora para que me vendan un curso. 

Esto me recuerda cuando en el colegio a nuestros padres les invitaban a agradables charlas en las que intentaban colocarles una enciclopedia infantil o alguna chorrada semejante prometiéndoles que con ese material sacaríamos unas notas inmejorables (que habrá sido de esa pobre gente tras la aparición de Internet). Pero aguantar esas charlas no era gratuito, podías sacar a cambio un balón de fútbol y hasta un chándal. 

En mi colegio, concretamente, nos pasamos un par de años llevando el mismo chándal gris con un sol amarillo que habíamos conseguido gracias al aguante estoico de nuestros padres ante un insistente vendedor. Los que llevábamos ese chándal gris nos sentíamos orgullosos y nos reíamos de algún que otro pringao que había hecho pagar a sus padres por uno de Adidas cuando estaba claro que el que estaba de moda era el de propaganda. ­­

miércoles, 24 de agosto de 2011

Compra on line

No sé como hay gente que aún no se anima con las compras por Internet. Yo acabo de recibir un paquete cargadito y estoy como una niña con zapatos nuevos. Como lo pagué hace una semana ya ni me acuerdo de lo que me costó y más que compras me parecen regalos traídos con cariño por el señor de correos.

Qué ilusión hace recibir estas cosas, lo abres como ansiosa, como si no supieras lo que hay dentro, preguntándote cómo será el color exacto o si te habrás equivocado con la talla. Según me ha llegado, alguna de mis compañeras han comentado eso tan conocido de “no sé como te puedes comprar ropa por Internet, yo si no lo veo…” pero cuando han visto las monerías que me he comprado y lo baratitas que me han salido se han lanzado como locas a la compra on line.

Hay gente que dice que hacer la compra le relaja, pero a mí me relaja más tumbarme en el sofá con una coca cola mientras el “señor del mercadona” me sube las bolsas, llamadme rara.

¿Será que nos estamos convirtiendo o unos comodones? ¿O es que no tenemos tiempo ni para ir a comprar? Yo creo que ni lo uno ni lo otro, simplemente es más cómodo; no tienes que revolver en ningún montón de ropa para encontrar tu talla, ni esperar 30 minutos en una cola llena de madres con niños que no paran de tirarte del vestido.

Seguro que en unos años estaremos comprando nuestras casas y coches por Internet, y ya puestos, ¿por qué en lugar de ir al trabajo todas las mañanas, trabajamos desde casa y hablamos con los compañeros a través de videoconferencia? Bueno, mejor no, que la imagen de alguno en pijama...me acaba de dejar sin habla. Me voy de compras a ver si vuelvo en mí.

lunes, 22 de agosto de 2011

La vida es un musical


La tarde de lluvia en Madrid me ha tenido en casa haciendo planes de sofá. Hoy ha tocado ver West side story, que todavía no la había visto y hombre, un clásico es un clásico. Después de ver las peripecias de estos chicos rodeadas de bailecitos y canciones he estado pensando en lo bonito (o lo raro) que sería que nuestra vida se convirtiera en un musical. 

Yo creo que todo sería mucho más animado entre coreografías y canciones dignas del mismísimo Broadway. Imaginaos que en el trabajo, el jefe te suelta una bronca y, de repente, tus compañeros y tú os levantáis y os marcáis una coreografía al ritmo de “no controles mi forma de pensar porque es total y a todo el mundo gusta…” Su cara podría ser un espectáculo digno de ver. Si discutes con tu novio, podrías marcarte una balada de Luis Miguel o de alguno similar para darle más dramatismo a tu disgusto y, tras la reconciliación, los dos cantaríais algo más animado y bailarías como Fred Astaire y Ginger Rogers en la alegre divorciada.

Yo creo que estaríamos más contentos, que el baile siempre anima. Imaginaos a todo el mundo por la calle con rítmicos movimientos a lo West side story, silbando y chasqueando los dedos; chas, chas, chas… A mí ya me están dando ganas de arrancarme en el salón y echarme unos bailes. Para que este proyecto tenga éxito estoy componiendo algunos temas para el musical de mi vida, aunque estoy teniendo problemas para encontrar voluntarios que se atrevan con mis arriesgadas coreografías. ¿Alguien se apunta?

viernes, 19 de agosto de 2011

Conversaciones de ascensor


Si hay un silencio incómodo por excelencia, ese es el del ascensor. Y es que compartir ascensor puede llegar a ser una experiencia de riesgo. Podrían hacerlos individuales, así nos relajaríamos durante el trayecto sin sobresaltos y sin tener que hablar del tiempo con el vecino. 

Existen cuatro posibles situaciones dentro de un ascensor: ir solo (la ideal), ir con alguien de confianza con quien no te cuesta para nada charlar (la deseable), ir con un desconocido con el que con un buenos días es suficiente (la neutra) y, por último, subir o bajar con alguien que conoces demasiado para solo saludar pero poco como para conversar animadamente, sin duda,  la peor opción de todas. 

Como yo no conozco a ninguno de mis vecinos, en casa no tengo ese problema y con un hola y adiós voy servida pero en el trabajo… la cosa es diferente.  ¿Qué pasa cuando compartes ascensor y siete plantas de trayecto con un compañero al que no conoces mucho pero con el que has hablado alguna vez que otra? Pues bien, yo reconozco que a veces he recurrido a sacar el móvil y fingir que he recibido un mensaje para estar entretenida, pero a veces ni esa técnica funciona. Por supuesto, siempre se puede recurrir al típico “vaya día hace hoy”, que vale tanto para verano como para invierno, o el “ya queda menos para el fin de semana”, que sirve para todos los días menos para el lunes. Si tras estos comentarios aún no hemos llegado a nuestro destino corremos el peligro de que ese compañero cincuentón que se cree gracioso nos haga algún comentario fuera de tono pensando que aún puede ligar en un ascensor. No amigo, no puedes. 

Pero si tienes la mala suerte de llegar a la vez que tu jefe y subir con él en el ascensor, ¡peligro! Si es un jefe inteligente hablará del tiempo y de cosas intrascendentes, pero en la mayoría de los casos optarán por hablar de trabajo y a las 8 de la mañana, todavía sin un café en el cuerpo, probablemente no seas capaz de enlazar dos frases inteligentes sobre el informe que te pidió el día anterior. Para estos casos, yo recomiendo aprenderse de memoria una respuesta comodín tipo “aún estoy analizando los objetivos previos a tener en cuenta en la fase de optimización”. No sabrá que decirte, recuerda que para él también son las 8 de la mañana.

Así que ya sabéis, mucho cuidado con vuestros compañeros de ascensor y si en algún momento pasáis un rato violento pensad que siempre es mejor eso que subir siete plantas andando!

jueves, 18 de agosto de 2011

Las bolsas de la compra

Puede que este sea un tema controvertido pero reconozco que últimamente no hay cosa que me ponga de peor humor que ir al supermercado y que me cobren por las bolsas (sí, últimamente no hago nada muy interesante). No es que no esté a favor de conservar el medioambiente pero si ese es el objetivo ¿por qué no dan bolsas de papel o de algún material biodegradable? No, lo que hacen es darte las mismas pero cobrándolas. Pues no lo entiendo.

Ya me había resignado a que las quitaran en Carrefour e incluso en Mercadona (aunque me llevé una gran decepción con mi supermercado de cabecera) pero esta moda quita-bolsas ha llegado hasta el Hipercor! ¿Cómo es posible? Si voy al Hipercor y pago más que en cualquier otro sitio por lo mismo, por lo menos espero que me regalen una par de bolsas y no tenga que meter las latas de atún en el bolso y las Coca-colas debajo del brazo. Me parece un ultraje.

Si hemos llegado hasta la luna y Apple ha inventado el Ipad, no puedo creer que no podamos inventar una bolsa barata y que no contamine (y que nos puedan dar gratis con la compra, claro). Sinceramente, no creo que a ninguna de estas empresas les importe demasiado el medioambiente, simplemente quieren embolsarse (nunca mejor dicho) algo más de calderilla.

Pero yo me resisto y cuando la cajera me pregunta si quiero bolsas, con ellas ya en la mano, la miro fijamente a los ojos y con la cabeza bien alta le digo ¡no!. Después, tras el subidón inicial, tengo que ingeniármelas para llevar encima toda la compra, utilizando el bolso, bolsillos y demás huecos. Un truco que he aprendido es utilizar las bolsas de la fruta para otros menesteres y meter, junto con las manzanas, el tomate frito, el jamón York y hasta el litro de zumo. Os aseguro que funciona, eso sí, sólo para trayectos cortos.

martes, 16 de agosto de 2011

El regreso


Después de las merecidas vacaciones toca volver a la rutina (más o menos) y retomar las buenas costumbres. Mientras algunos todavía disfrutan de sus viajes o de días enteros tumbados al sol, a otros  como a mí nos toca enfrentarnos a la vuelta al trabajo (nooooooo!!). Hay que ver lo duro que es volver a trabajar después de tres semanas de asueto (había prometido retomar el blog antes… pero la ociosidad me ha podido, lo siento). 

Esta vez ha vuelto a apoderarse de mí ese sentimiento vacacional que me hace pensar en la posibilidad de no volver a aparecer por la oficina, convertirme en bohemia y vivir vendiendo pulseras de cuero en el rastro. Pero cuando lo pienso mejor y me doy cuenta de que quizá ese tipo de vida no me permitiría visitar Zara al menos un par de veces por semana me doy cuenta de lo absurdo de mi idea. 

Creo que todos los trabajadores del mundo sueñan durante sus vacaciones con la posibilidad de que les toque la lotería y no incorporarse nunca a sus trabajos. Sí, no hay duda de que es una bonita idea. De todas formas yo creo que, solo por fastidiar, aunque me tocara un euromillón y no tuviera que preocuparme por el dinero el resto de mis días, aparecería por mi oficina con una sonrisa triunfal y le diría a mis jefes y compañeros que me iba a disfrutar de mi fortuna navegando por el  mediterráneo en mi nuevo barco pero que, sin embrago, les deseaba suerte en el futuro. Me odiarían, sí, pero que a gusto me iba a quedar.

En fin, sueños a parte, comienza un nuevo “curso” y como cada año me he propuesto apuntarme al gimnasio y empezar mañana mismo con la dieta (las hamburguesas de mis vacaciones americanas han hecho mella…). Pero como es mi último día de vacaciones, voy a despedirme como dios manda dándome un buen homenaje a base de barbacoa, tartas y algún que otro helado. Y por si acaso, como aún estoy a tiempo, voy a jugar la primitiva o el  euromillón, quizá tenga suerte y mañana empiecen de nuevo mis vacaciones…