martes, 16 de agosto de 2011

El regreso


Después de las merecidas vacaciones toca volver a la rutina (más o menos) y retomar las buenas costumbres. Mientras algunos todavía disfrutan de sus viajes o de días enteros tumbados al sol, a otros  como a mí nos toca enfrentarnos a la vuelta al trabajo (nooooooo!!). Hay que ver lo duro que es volver a trabajar después de tres semanas de asueto (había prometido retomar el blog antes… pero la ociosidad me ha podido, lo siento). 

Esta vez ha vuelto a apoderarse de mí ese sentimiento vacacional que me hace pensar en la posibilidad de no volver a aparecer por la oficina, convertirme en bohemia y vivir vendiendo pulseras de cuero en el rastro. Pero cuando lo pienso mejor y me doy cuenta de que quizá ese tipo de vida no me permitiría visitar Zara al menos un par de veces por semana me doy cuenta de lo absurdo de mi idea. 

Creo que todos los trabajadores del mundo sueñan durante sus vacaciones con la posibilidad de que les toque la lotería y no incorporarse nunca a sus trabajos. Sí, no hay duda de que es una bonita idea. De todas formas yo creo que, solo por fastidiar, aunque me tocara un euromillón y no tuviera que preocuparme por el dinero el resto de mis días, aparecería por mi oficina con una sonrisa triunfal y le diría a mis jefes y compañeros que me iba a disfrutar de mi fortuna navegando por el  mediterráneo en mi nuevo barco pero que, sin embrago, les deseaba suerte en el futuro. Me odiarían, sí, pero que a gusto me iba a quedar.

En fin, sueños a parte, comienza un nuevo “curso” y como cada año me he propuesto apuntarme al gimnasio y empezar mañana mismo con la dieta (las hamburguesas de mis vacaciones americanas han hecho mella…). Pero como es mi último día de vacaciones, voy a despedirme como dios manda dándome un buen homenaje a base de barbacoa, tartas y algún que otro helado. Y por si acaso, como aún estoy a tiempo, voy a jugar la primitiva o el  euromillón, quizá tenga suerte y mañana empiecen de nuevo mis vacaciones…

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