lunes, 5 de septiembre de 2011

Vivir a crédito

Cuando mi banco me ofreció de forma “gratuita” mi primera tarjeta de crédito, pensé que quedaría escondida en un rincón de mi cartera y que jamás haría uso de ella salvo para ocasiones de emergencia. Sin embargo, hace ya bastante tiempo mi tarjeta de débito se estropeó y durante unas semanas tuve que hacer uso de la tarjeta dorada. Fue mi perdición. La tarjeta de crédito te da una sensación de falso poder que para las manirrotas como yo es una auténtica perdición. ¿Que no te queda dinero en la cuenta pero has visto unos zapatos que te encantan? No hay problema, visa oro al canto.

En ese momento no piensas en que el mes que viene tendrás que saldar tus deudas, simplemente te sientes poderosa y vives el momento con esa falsa promesa de que el mes que viene contendrás el gasto. 

Este año, como he estado de vacaciones fuera de España, en uno de esos países en los que si no compras no sabes muy bien a qué ha ido, he “tirado” de tarjeta más de lo debido. Y es que nadie me avisó de lo adictivo de este trozo de plástico dorado. Además, cuando estás de vacaciones no te apetece privarte de nada: cenas, compras y derroche en general. Y como no eres consciente de los que te estás gastando pues nada, no te reprimes ni un poquito.
La consecuencia de todo esto es que mañana mismo el extracto de mi tarjeta dejará mi cuenta en paños menores. Así que o me enfrento a dos meses de máxima austeridad, evitando las compras y las salidas o, una vez más, pagaré todo con la tarjeta de crédito y el mes que viene ya veremos… Creo que no hace falta que os diga lo que haré finalmente. Qué le voy a hacer, soy débil. Maldita señorita del banco y sus tarjetas gratuitas!

No hay comentarios:

Publicar un comentario