miércoles, 19 de enero de 2011

Gafapasta

Hace casi un mes, en un alarde de modernidad, me hice unas gafas nuevas. Pero no unas normales, unas grandes gafas de pasta, negras para más inri. Y así, creyéndome supermoderna me planté en el trabajo (porque ser la mas joven de mi oficina me permite cometer estos excesos). Lo cierto es que soy consciente de que no me quedan demasiado bien, pero es el precio de la modernidad y estoy dispuesta a pagarlo.

En fin, que todo iba bien, la gente empezaba a preguntarme por grupos de música alternativos, por la última crítica literaria de esa revista francesa que dejé estratégicamente en mi mesa o por alguna peli polaca en versión original. Mi objetivo cumplido: era la moderna-intelectual del grupo. Pero mi reinado ha durado poco, hasta ayer concretamente, cuando apareció mi jefe con unas gafas extrañamente parecidas a las mías, tanto que me dijo directamente “te he copiado las gafas”. Encima las suyas son rojas, más modernas aún!!

Después de escuchar un par de veces la frase “vais iguales” y a riesgo de parecer familia cercana de mi jefe decidí quitármelas y sufrir las consecuencias de estar 8 horas ante el ordenador sin gafas.

Cuando ya no distinguía la a de la o tuve que sucumbir y ponérmelas de nuevo. Pero, qué pasa? Es que a sus cincuenta y…de repente mi jefe es más moderno que yo? Es que tenemos el mismo sentido de la modernidad? Ante esa escalofriante idea me estoy planteando volver a ponerme las viejas, siempre puedo decir que son vintage, pero debería amortizar los 200 euros que he invertido en ser moderna.

En fin, tendré que probar otras formas de coolizarme, quizá unas botas con pelo de vaca o algo así, en el límite entre lo moderno y lo hortera. Todo sea por ver la cara de mis compañeros cuando entre por la puerta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario