viernes, 1 de julio de 2011

Animales de compañía

Como a todos los niños, cuando era pequeña mi mayor ilusión era tener una animal en casa al que mimar y achuchar hasta la extenuación. Como mis padres no estaban dispuestos a comprarme un perro me engatusaron durante años con animalillos de medio pelo.

El primero de ellos fue un pollito, regalo que los polleros españoles hacían a los niños de mi generación (aunque nunca entenderé porque lo hacían, condenando a esas pobres criaturas a una muerte segura en una caja de cartón). Al principio todo iba bien, mi pequeño pollo era suave y pequeñito y me dejaba achucharle sin protestar, pero unas semanas después empezó a hacerse grande y ya no era tan suave. Mi madre me convenció para dárselo a unos amigos que, según ella, tenían una granja. Años después descubrí que aquella granja no existía y que mi pollito no vivía feliz en libertad... fue un duro golpe.

Algo más mayor convencí a mi madre para comprar unos peces, que no manchan ni molestan. Los primeros murieron exactamente a los 5 días, un pequeño error de cálculo con el cloro de la pecera... Me compraron otros exactamente iguales a los que cuide con dedicación unos tres meses; después, me aburrí de tanto cambiar el agua y cuando algún año más tarde mis pececillos pasaron a la otra vida decidí no tener nunca más un animal que diera tanto trabajo y a cambio no me ofreciera cariño ni fidelidad.

Yo personalmente no entiendo que la gente tenga mascotas cuyo único objetivo es esperar a que te descuides para intentar matarte. ¿o es que una boa constrictor puede llegar a cogerte cariño? Las tarántulas, escorpiones y demás también quedan fuera de mi lista. Respeto a quién le gusten pero no podría dormir pensando que si se escapa mi mascota lo mismo no me despierto por la mañana... no gracias.

En mi caso, cuando por fin me independicé decidí dar rienda suelta a mi ansia mascotil pero, aunque siempre había querido tener un perro, la simple idea de tener que sacarle a la calle en invierno a las 7 de la mañana antes de ir a trabajar me hizo cambiar de opinión y optar por los gatos que son limpios, cariñosos (no todos, el de mi vecina me da miedo) y suaves. Mucho mejor que el pollito, la tortuga (ésta se me había olvidado porque la pobre duró tres días) y los peces, descansen todos en paz.

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