martes, 21 de junio de 2011

Agujetas

El otro día me propusieron jugar al pádel, deporte que no he practicado mucho y que no se me da muy bien, pero como les faltaba uno para completar los equipos me animé, por aquello de no chafarles el encuentro. Nadie me había dicho que iba a jugar con tres maromos que juegan 4 partidos a la semana y para los que lo importante no es precisamente participar.

Así que durante dos horas me tocó esquivar los bolazos de unos señores enfadados con el mundo (o conmigo) que vieron en mí un blanco fácil. Para intentar perder con algo de dignidad lo di todo en la pista. Corrí de un lado a otro, me agaché a por las bolas, no di ni una por perdida... y la que perdí fui yo... pero bueno, esos señores se fueron a casa contentos y orgullosos de haberle dado una paliza a una jovencita; enhorabuena.

La consecuencia de todo esto es que hoy no me puedo ni mover y bajar unas escaleras es para mí el mayor de los suplicios. ¿Cómo es posible que tenga tantas agujetas por un partidito? Las agujetas son ese dolor que te recuerda la mala forma que tienes y que te quita las ganas de volver a hacer deporte para siempre. A mí a veces me salen con otro tipo de tareas como cargar con una caja de leche o fregar la bañera, tareas que intento también evitar...

En mi trabajo hay gente que corre maratones, o que hace 60 kilómetros en bici cada día sin que nadie les obligue, sólo por placer...(hay gente para todo). Por eso, cuando llego con mis tremendas agujetas por una horita de partido y me paseo a la impresora medio coja con unos movimientos que están entre el jorobado de Notre Dame y una mala imitación de chiquito, no faltan los comentarios tipo "tanta juventud...y mira para lo que te sirve". Sí, me lo merezco, aunque en mi interior pienso que lo mío, al menos, tiene arreglo.

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