martes, 7 de junio de 2011

Control de alcoholemia

Nunca pensé que un control de alcoholemia pudiera suponer un varapalo para mi autoestima. El viernes por la noche, llegando a mi casa, me encontré  a unos amables guardias civiles en pleno control. Tras la emoción inicial, me invitaron a ponerme a la cola de los “presuntos borrachos” para hacer la prueba pero cuando me acerqué, el que se encargaba de la selección se asomó a mi ventanilla y me dijo: “señora, puede continuar”. Lo primero que hice fue mirara e el asiento de atrás por si sin darme cuenta iba mi madre conmigo, pero ¿qué es eso de señora? ¿Es que de repente he cumplido 50 años y no me he dado cuenta? Pero claro, cuando el guardia civil que te para tiene 25… tienes la batalla perdida.

Además, cuando miré a los coches a los que sí les tocaba hacer la prueba vi que los conductores eran jovenzuelas despechugadas de veintipocos. Por supuesto mi ofensa fue mayúscula. ¿Es que no puedo venir yo también de fiesta? ¿No tengo pinta de jovencita alocada? Por lo visto no. Es cierto que yo volvía a las 00.30 de una cena familiar en la que no había bebido ni una gota de alcohol. Pero eso, el guardia civil no lo sabía.

Otra cosa que me pareció curiosa es que el control lo hicieran a esa hora, ¿quién puede estar borracho a las 00.30? Luego me enteré de que mucha gente ya está borracha a esa hora y que esa pregunta es de gente “vieja”. Segundo golpe de la noche, ya ni siquiera conozco los hábitos y horarios de la gente joven.

En fin, que hasta para la guardia civil soy mayor y aburrida. Lo que me faltaba, ya no podré ponerle ojitos a la benemérita si me quieren poner una multa o si me paran por el faro que tengo roto desde el 2003.

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