jueves, 9 de junio de 2011

La cola del pepino


Esta mañana, por lo visto, en el Palacio de los Deportes de Madrid, había una enorme cola como si estuvieran regalando entradas para un concierto de Shakira… pero no, mucho mejor, estaban regalando pepinos y frutas y verduras varias, por aquello de protestar por la crisis del pepino.

Señoras con carros de la compra, haciendo cola durante horas, con tal de llevarles a sus familias lo mejorcito de las huertas españolas. Una de ellas, me contaba una amiga que ha presenciado el evento, se iba con un carro del Mercadona hasta los topes de pepinos, pero ¿cuántos pepinos come esa familia? Ya veo a sus hijos y marido con rodajas en los ojos para rebajar la ojera, echándole pepino al Gintonic, que  parece que está de moda, y comiendo gazpacho día sí día también. Seguro que muchas jubiladas (porque a esas horas solo pueden ir jubiladas…) se dedicarán a vender los pepinos en el mercado negro y sacarse unas perrillas para el bingo, que nunca se sabe cuando cae la suerte…

Y es que vemos algo gratis y se nos van los pies. Mi abuela, no falta ni un año al reparto gratuito de roscón y chocolate en la plaza mayor y yo, como digna nieta suya, me apunto a cualquier evento en el que haya guisos populares gratuitos, ya sean paellas, calderetas o sopas de ajos.

 Recuerdo un año que en la playa regalaban vasitos de un yogurt líquido que estaban promocionando; sin importarme perder horas de playa, me planté en la cola y no sólo pude tomarme un delicioso yogurt, sino que con tres sonrisas conseguí que el repartidor me diera dos botes enteros para mí solita… yogurt líquido gratuito para todas las vacaciones. Y es que lo gratis sabe mejor. Es como cuando en el supermercado no te cobran algo por error;  llegas a casa y te das cuenta de que el jamón en lonchas no aparece en el ticket y, de repente, ese triste  jamón te sabe a auténtico caviar iraní.

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