lunes, 28 de febrero de 2011

Mírame y no me toques

Se dice que los españoles somos muy tocones; el otro día concretamente mi profesor de inglés nos comentaba que en España la gente "se toca mucho", nada  que ver con las costumbres británicas. Yo pensaba que no era para tanto pero ayer estuve en un curso con otras 9 mujeres y mi compañera de al lado, una mujer de unos 50 y largos años, me agarraba del brazo constantemente para contarme no sé qué historia de sus hijas, me daba en el hombro para preguntarme dudas y, lo peor de todo, cuando quería enseñarme algo me daba molestos golpecitos en el brazo con la palma de la mano "eh, oye, mira". Ufff... tuve que morderme la lengua para no soltar ningún improperio. No sé si soy especialmente rancia pero reconozco que me incomoda bastante (no lo puedo soportar, vaya) que me toque gente a la que no conozco. 

Hay personas que en seguida se toman la libertad de agarrarte o tocarte sin pararse a pensar que quizá a ti te molesta. Pero ¿cómo se debe reaccionar? Soltar un "no me toques" quizá es un poco duro ¿será que soy una rancia? ¿Habré perdido la sensibilidad hacia el contacto humano? ¿Qué mueve a una persona a toquetear sin parar a sus semejantes? ¿Será una forma disimulada de comprobar si estás en forma? Esto me recuerda a alguna conocida que después de darte un toquecito "gracioso" suele añadir algo como "anda, que blandita estás aquí". Ésta claro que es un truco para comprobar la tersura (o la flacidez) de mis carnes, maldita tocona. 

Pero el colmo de los toqueteadores son esos grupos que se reúnen en algunas calles céntricas para ofrecer abrazos gratis a los transeúntes. Quizá soy una desalmada, pero un grupo de desconocidos acercándose a abrazarme, más que amor me despierta un poco de repelús. ¿Qué mueve a estas personas a ofrecer este tipo de "servicio"? Dicen que la gente necesita recibir abrazos, estoy de acuerdo, pero no de un desconocido al que probablemente no volverás a ver. Como mucho estoy dispuesta a darles la mano, si eso les hace felices. Personalmente creo que no lo hacen por los demás sino por ellos mismos, están tan enganchados al toqueteo que han inventado esta excusa para saciar sus ansias de sobar al prójimo sin levantar sospechas, con el añadido de hacer creer a la gente que están haciendo un bien a la sociedad. A mí no me engañan, puedo ver la desesperación en sus ojos cuando se abalanzan sobre una presa. ¿Será una especie de secta del abrazo y del sobe?

Lo que está claro que hay dos tipos de personas en el mundo: los rancios como yo a los que nos molesta que nos toquen desconocidos (y algunos conocidos también) y los tocones, que ansían el contacto y el roce con el prójimo ¿a cuál perteneces tú?

viernes, 25 de febrero de 2011

Duros a cuatro pesetas

Ayer por la mañana mi amiga Gemma me mandó un mail con una escueta y directa frase “corred, hay un montón de prendas en Zara a 1 euro, ¡debe ser un fallo informático!”. Automáticamente dejé el trabajo a un lado y accedí cual caballo desbocado a la web de la compañía Indetexera. Desgraciadamente, cuando conseguí entrar y recorrer todas las secciones y artículos, no había ni rastro de esos precios y todo parecía normal.

Gemma tuvo más suerte y consiguió comprar 13 prendas por la friolera de 3,99 euros, vamos, los gastos de envío. Su euforia duró poco, lo que tardó Inditex en cancelar el pedido. Hoy lo comentaba en su blog Shopping Philosophy —que por cierto, después se lo plagió El Mundo en su web y se quedó tan pichi— y una de sus lectoras decía que le parecía muy mal aprovecharse del fallo informático de una empresa. Hombre, si habláramos de la tienda de barrio de la esquina bueno, pero ¿qué haríais vosotros si de repente veis en una de vuestras tiendas favoritas que todo cuesta 1 euro? ¿Decidiríais no aprovecharos de su error pensando que los pobres se han equivocado o, por el contrario, os lanzarías a comprar como locos? Yo lo tengo claro. Lo siento Amancio pero esto es un “Ah, se siente” en toda regla.

Es como esas noticias que se oyen a veces (no sé si son ciertas o leyendas urbanas) de alguien que vio en un catálogo un coche por 300 euros y, pese a que era un error de imprenta, tuvieron que vendérselo a ese precio. Otro “Ah, se siente”. Sin embargo hay otros “errores” no tan inocentes, hablo de anuncios engañosos como los de las inmobiliarias: distribuyen  folletos con la descripción de un piso estupendo a precio de risa y cuando llamas a preguntar te dicen que casualmente acaban de venderlo o que era un error, pero que tienen otros… Qué listos, deberían obligarles a venderte el piso que anuncian y dejar de tomar el pelo a la gente.

A hilo de las inmobiliarias recuerdo una vez, la única que cometí la temeridad de buscar piso, que en plena calle princesa vendían un ático baratísimo, pues bien, el inmobiliario (dícese de la persona que trabaja en una agencia inmobiliaria) me dijo que el piso tenía un “problema” y es que había una inquilina de renta antigua y había que esperar... (ya os imagináis a qué). Durante un segundo se me pasó por la cabeza preguntar cuántos años tenía la inquilina y de repente me sentí fatal, qué crueldad comprar un piso y esperar que se quede “libre”...

Con estas experiencias e historias está claro que nadie da duros a cuatro pesetas, pero si se descuidan un momento y lo ofrecen sin querer, ahí estaremos. Somos carne de cañón para el timo de la estampita!

jueves, 24 de febrero de 2011

Hortera de bolera

Si te fijas un poco en la gente puedes descubrir muchas cosas sólo por la ropa que llevan. Sí, es cierto que es algo superficial y que la primera impresión no siempre es la que cuenta, pero hoy me siento un poco frívola, así que me voy a limitar a hablar de la imagen.

Sé que hay gente que no se preocupa por su aspecto o le da igual que un pantalón de lunares no pegue con una camisa de cuadros. Me parece bien, cada uno a lo suyo. Sin embargo, existe otro colectivo que afirma ser experto en estética y moda y que elige cada prenda con ahínco. Sin embargo, pese a todos sus esfuerzos  no hay por donde cogerlos. Me refiero a esa figura emperifollada que ha intentado combinar su ropa sin éxito y cuyas prendas parecen sacadas del armario de tu bisabuela; esa que cuando ves que de todo lo que había en su armario se ha puesto eso, te preguntas qué es lo que habrá dejado atrás. Más aún, ¿dónde van de compras para que entre todas las opciones posibles escojan eso? Y pagando por ello, lo que es más grave aún.

No sé si llamarles horteras porque no son exactamente eso, dan un paso más allá y suelen creer que marcan tendencia con sus medias verde pistacho y sus zapatos amarillos (capítulo aparte los cuarentones que se ponen vaqueros anchos con cremalleras para parecer modernos). ¿Será que son unos visionarios y no sabemos verlo? Estoy convencida de que podrían inspirar más de una colección de Ágata Ruiz de la Prada. Lo que más me gusta es como te miran con mala cara cuando apareces con tus zapatos nuevos o ese vestido hiperfashion que te acabas de comprar y se acercan a decirte que es muy “de su estilo”. Evidentemente, esa misma tarde decides que no te lo pondrás nunca más.

Este tema de la imagen me ha venido hoy a la cabeza porque un conocido (lo llamaré así porque no me cae muy bien…) ha comentado que preocuparse por la imagen era de bobos (no ha usado esa palabra exactamente) y que él pasaba de todo eso. Creo que no puedes hacer semejante afirmación cuando la camisa que llevas cuesta más de 80 euros, para no preocuparte inviertes mucho en ello. Además, en este caso creo que es una excusa para no reconocer abiertamente que no tienes gusto ni vergüenza. ¿Una camisa de marca y una sudadera que parece de pijama? Por favor, a ti lo que te pasa es que eres un hortera de bolera.

miércoles, 23 de febrero de 2011

Mi madre es superlista


Mi compañera Violeta, cual florecilla del campo, me contaba esta mañana cómo su tierna hija de 13 años se quedó maravillada cuando ayer la ayudó con sus deberes. La pobre no cabía en sí de gozo al comprobar que la inteligencia sobrehumana de su madre era capaz de hacer sin despeinarse el comentario de texto con el que llevaba dos horas peleándose. Como ella sospechaba, su madre lo sabe todo de todo.

Lamentablemente para Violeta, esos sentimientos están a punto de llegar a su fin. ¿En qué momento dejamos de ver a nuestros padres como héroes? ¿Cuándo nos damos cuenta que no tienen respuestas para todo? Yo creo que a la hija de mi compañera le queda como mucho un año, más o menos cuando se eche el primer noviete o alguna de sus amigas empiece a fumar.

Qué transformación más curiosa, de repente nuestros padres son unos viejos que no se enteran de nada y no estás dispuesta a perder un minuto de tu tiempo con sus tonterías. Es como despertar de un trance y darte cuenta de las bolas que te han contado durante tu infancia.

Y es que no nos engañemos, ante un niño preguntón cualquier madre responde con lo primero que le viene a la cabeza, todo con tal de que se calle. Preguntas como ¿por qué el cielo es azul? ¿Por qué los animales no llevan gafas? ¿Por qué papa no tiene pelo? ¿Si bebes colonia te mueres? (esta última es mía, lo siento mamá)…vuelven loco a cualquiera. Lo curioso es que por inverosímil que sea la respuesta, cuando eres pequeño te crees cualquier cosa pensando que es imposible que tu madre te mienta y reflexionando en tu interior sobre lo lista que es.

Por eso, cuando descubres el engaño el batacazo es mayúsculo. Es entonces cuando eres tú el que tiene que enseñarles como se programa el DVD o cómo hacer la compra por Internet y les insinúas con tu cara de asco que su ropa ya no se lleva. Ay, la adolescencia, que bonita etapa.

Aprovecha y disfruta Violeta, que te queda poco!

martes, 22 de febrero de 2011

Telefonía móvil

Llevo 15 días intentando que mi compañía de telefonía móvil me resuelva un problema con mi factura. De momento todos los intentos han sido fallidos, aunque ayer estuve muy cerca; después de 15 minutos en espera, conseguí que una señorita de carne y hueso me atendiera (eso ya es todo un logro) aunque, vicisitudes del destino, cuando iba a pasarme con el departamento correspondiente la llamada se perdió (me colgaron) de forma misteriosa y, con ella, todas mis esperanzas.
 
¿Por qué es tan difícil que te atiendan como Dios manda en uno de estos call center? Si tienen gente para llamarte a horas intempestivas y ofrecerte el oro y el moro, ¿por qué en cuánto firmas el contrato con ellos no hay manera de que te solucionen nada? Yo he llegado a sufrir hasta 11 llamadas diarias de la competencia ofreciéndome mejores tarifas y un trato personalizado. Todo mentira señores, son como el novio que te invita a viajes y te trata como una reina y en cuanto os casáis lo más lejos que te lleva es al pueblo de su madre. Una estafa en toda regla.

Además, nos tienen pillados con el contrato de permanencia; como somos  unos avariciosos, no puedes resistirte a ese móvil de última generación que solamente usarás para llamar y mandar algún mensaje pero que, por si acaso, viene equipado con 347 aplicaciones que harán tu vida más cómoda (o no). Además, pensamos que nos sale gratis, que es un chollo, pero nada más lejos, acabas de vender tu alma por un triste teléfono.

Sólo hay otro momento en el te conviertes de nuevo es su foco de mimos y atención: cuando tramitas el cambio a otra compañía. De repente, hordas de comerciales te acosan sin parar suplicando tu amor y fidelidad. Pero ya es tarde, tu despecho no te permite mirar atrás y, pensando ingenuamente que  van a sufrir con tu pérdida, te haces la digna y les sueltas eso que siempre habías querido decir “lo siento, pero es demasiado tarde” y te quedas tan pancha creyendo que el presidente de telefónica esa noche no duerme por tu culpa.

Pero ¿qué opción tenemos? ¿Podemos hacer algo a parte de lamentarnos? A mi no se me ocurre otra cosa que amenazarles diciendo que en cuanto se terminen mis 24 meses de permanencia me voy, pero no parece que surta mucho efecto, no sé muy bien por qué. Otra opción es hacernos insumisos telefonomovilísticos y volver a esa bonita época en la que nos llamábamos al fijo para quedar y en la que una vez salías de casa no había marcha atrás, estabas incomunicado con el mundo. ¿Seríamos capaces? ¿Podríamos volver a una vida sin móvil? Probablemente no, pero si es por hundir el monopolio de las grandes compañías y la tiranía de sus call center estoy dispuesta a intentarlo.

Propongo que todo el mundo se una y apaguemos el móvil durante un día entero, una especie de “hora del planeta” pero a lo grande y sin fines medioambientales. Podría ser mañana…. no, esperad, que he quedado con Ana y si no no nos encontramos… pues el miércoles... ay no, que le dije a mi madre que la llamaba... …el jueves...ehhh… es que me voy de viaje y necesito estar conectada... el viernes entonces?


viernes, 18 de febrero de 2011

Morrillos a durillos

Hoy he salido a comer a uno de esos sitios donde se reúnen decenas de mujeres de mediana edad, de clase más bien alta y con una característica común: la misma cara.

¿Por qué será que a cierta edad las mujeres con poder adquisitivo deciden ponerse morros, estirar pómulo y tensar ojera? Respeto las decisiones de cada uno pero es que es difícil distinguirlas, se convierten en copias clónicas que se reúnen para compartir sus últimos retoques. Además, adquieren un aspecto tan extraño que su edad pasa a encuadrarse entre los 45 y los 85 años, sin poder precisar más allá.

Probablemente habrá otras que, bien operadas, pasan inadvertidas entre la multitud, pero supongo que todos sabéis a qué me refiero cuando digo que algunas mujeres parece que han comido seis kilos de pipas con sal y se les han hinchado los labios hasta el infinito. Pero ¿será un error del cirujano o era ese el objetivo? Creo que llega un momento en el que pierden la perspectiva y no se dan cuenta de que probablemente estarían mejor con su aspecto original. Por algo dicen que esto es adictivo…

Esta tendencia afecta a mujeres cada vez más jóvenes, ¿alguien ha visto últimamente a Nicole Kidman o Meg Ryan? A mi me dan bastante miedo las dos. ¿Por qué se hacen eso? ¿No es mejor envejecer con dignidad? Como nunca se puede decir “de este agua no beberé” no puedo afirmar tajantemente que no probaré las mieles de este tipo de cirugía; lo que tengo claro es que, con o sin arrugas, me gustaría que mi familia y amigos pudieran seguir reconociéndome. Ese es otro tema; como estas señoras son iguales, estarán hartas de que la gente las pare por la calle para saludarlas, creyendo que son sus tías, madres o vecinas. 

Teniendo en cuenta que estas operaciones permiten modificar tu apariencia fácilmente, a lo mejor muchas de ellas son ex convictos que han camuflado su identidad para huir de antiguos enemigos. De este modo, mi vecina del 4ºB con su piel bien estirada y los labios recauchutados, podría ser en realidad un narcotraficante de 35 años que está intentando rehacer su vida y alejarse de su pasado. Es poco probable, lo sé, pero cosas más raras se han visto.

jueves, 17 de febrero de 2011

Las fotos de facebook

Buceando (cotilleando) por facebook, me he dado cuenta de que la gente se emociona bastante con el tema de las fotos. Están los discretos, que camuflan su apariencia con una imagen anodina en su perfil y se limitan a poner alguna foto de grupo y poco más, todo muy modesto y correcto. Hay otro grupo, que nos hace partícipes de cada detalle de su vida, desde “mira que calcetines más monos me he puesto hoy” hasta “esta es la alfombrilla de la puerta de mi casa”. Genial, en serio, pero mi grado de cotilleo (que es bastante alto) no alcanza ese nivel. Si eso es lo más interesante que puedes contar (y fotografiar)…mejor no cuentes nada.

Mis favoritos, sin duda, son aquellos que deciden, no sé muy bien por qué razón, ilustrar su perfil con una foto en paños menores, posando en interesantes escorzos marcando músculo o lo que sea. ¿Son conscientes de que cualquiera puede verlo? Probablemente sí y por eso lo hacen.

Otra modalidad muy popular entre los adolescentes es hacerse fotos a sí mismos. Hasta ahí correcto, nadie te molesta, puedes practicar la pose… El problema viene cuando la foto está hecha delante de un espejo con un enorme reflejo del flash, como si pudiera verse la aurora boreal de fondo. He visto estas fotos hechas en portales, habitaciones y baños. Chicos, siento deciros que nos reímos de vosotros (desde el cariño, eso sí).

Y es que el facebook es como el Hola de la gente anónima, tu momento de gloria en forma de foto en el muro. Sin embargo, en muchos casos se vuelve en tu contra y ves como tu archienemiga del instituto te etiqueta en esa foto en la que más que una adolescente pareces un señor bajito, hundiendo tu actual reputación y todas las posibilidades de convertirte en icono de estilo entre tus nuevos amigos. Pero querida, yo también tengo fotos y sé como utilizarlas.

No nos engañemos, esto está únicamente concebido para cotillear, criticar y comprobar lo mal que le han sentado los años a algunos. Pero qué sería de nosotros si no pudiéramos hacer uso del deporte nacional por excelencia. Así que animo a todo el mundo a colgar sus peores fotos y permitir al mundo reírse un ratito a su costa. Todo sea por un mundo más feliz.

miércoles, 16 de febrero de 2011

Vendedores de humo

Últimamente han proliferado a mi alrededor los vendedores de humo, esas personas que consiguen reconocimiento y admiración gracias la habilidad de soltar parrafadas infumables carentes de contenido. Se trata de ese compañero de trabajo o jefe (aunque también es aplicable a la vida personal) que tiene el don de poder hablar de cualquier cosa durante horas sin tener ni idea de lo que está diciendo y, lo más difícil, que parezca que sí la tiene.

Una de sus principales habilidades consiste en "enmarronarte" con su trabajo sin que te enteres. Parece que es una conversación inofensiva y cuando te das cuenta tienes por delante tres horas  haciendo un informe que te acaba de colocar el vendedor de humo de tu oficina. En efecto, eres un pringao.

En todas las reuniones de trabajo suele haber uno, representando a todo el colectivo. Lo reconocerás porque es ese que, aproximadamente cada cinco minutos, ameniza la conversación con frases tipo “debemos mencionar también que la ejecución de este proyecto contribuye a la estructuración de nuestros objetivos financieros” o “además, el análisis de los resultados permite la definición de nuestras opciones de desarrollo futuro”. ¿Qué quiere decir? Ni ellos mismos lo saben. Pero eso es lo de menos, cuando termine la reunión recibirá palmaditas en la espalda y la felicitación del jefe, mientras tú vuelves a tu sitio a recapacitar sobre lo que has hecho mal.

El vendedor de humo profesional consigue, además, que le contraten para dar conferencias, causando furor allá por donde va. En estos actos es habitual oir entre el público expresiones como “ay que ver qué bien habla”, pero nadie preguntará que ha querido decir o reconocerá no haber entendido nada para no quedar como el tonto del grupo. Esa es la técnica del vendedor de humo: causar tal nivel de desconcierto con su palabrería que nadie se atreve a contradecirle.

Yo creo que he desarrollado la capacidad de reconocerlos a distancia, de modo que ningún vendedor de humo (también llamados “vende motos”) sea capaz de dejarme en mal lugar en una conversación. Para ello, basta con contestar a sus incoherencias con frases como “claro, además, según el sociólogo finlandés Pauk Strudell (por supuesto es necesario que sea inventado para evitar una posible respuesta) eso que comentas es la base de la estrategia necesaria para generar una réplica aplicable al pensamiento moderno empresarial” Toma ya. Eso sí, no hay que dar opción a respuesta, te levantas muy digna y te vas corriendo a la fotocopiadora o donde te parezca con la cabeza bien alta, sabiendo que has ganado esa batalla.

En fin, ya lo sabéis, si queréis triunfar en esta vida nada mejor que mejorar vuestro beneficio a través del incremento del rendimiento del cash-flow, teniendo siempre en cuenta la implantación de los recursos y la optimización de los resultados. Suerte!

martes, 15 de febrero de 2011

Peticiones de mano y otras desdichas

Ayer, día del amor por excelencia, estuve hablando con unas amigas de cómo marchaban sus respectivas relaciones. Una de las conclusiones de la tarde es que mi amiga Sara quiere que su novio le pida matrimonio. Sí, sí, has leído bien, una petición de mano en toda regla. Nada de “bueno, ya veremos”, o “estamos bien así”, ella quiere anillo con pedrusco y declaración como las de toda la vida.

Mientras espera que se decida, lleva un año soltando indirectas y comprando el Vogue novias sin que el susodicho se dé por aludido. No te engañes Sara, lo ha pillado perfectamente pero se está haciendo el loco.

La pregunta es: por qué no le dice abiertamente que le apetece dar el salto (¿al vacío?) ¿Será que, aunque vayamos de modernas e independientes, en el fondo queremos que nos sorprendan con una petición de mano? Aunque hay peticiones y peticiones… me han contado alguna historia que de empalagosa pone los pelos de punta y otras que en lugar de matrimonio parece que te están pidiendo un cigarro. Hombre señores, ni tanto ni tan calvo.

Desde luego las bodas son un tema peliagudo; al principio intentas sacarlo de soslayo en una conversación para tantear lo que opina tu pareja (me encanta esta denominación que usa la gente, ¿pareja de qué? ¿de mus?). Después, cuando vas cumpliendo años empiezas a pararte en los escaparates imaginándote dentro de ese vestido de novia que cuesta más que un año de alquiler y piensas en que quizá dentro de unos años no te quedaría tan bien como ahora… En fin, ya me estoy liando… pero, ¿qué nos pasa con las bodas? Y ¿por qué a ellos no les pasa?

Le he comentado a Sara que reflexione bien antes de seguir provocando el momento, que luego no hay vuelta atrás. De hecho, mis pocas amigas casadas siempre nos recomiendan a las solteras que no nos casemos. Desde luego es muy alentador. ¿Será que el romanticismo y la ilusión se acaban al día siguiente? ¿Será cierto, como dice el libro de Frédéric Beigbeder, que el amor sólo dura tres años?

En cualquier caso, está claro que el final feliz no pasa siempre por el altar y que hay cientos de finales posibles y alternativos (y más baratos), sin necesidad de juntar a toda tu familia (y a la suya!) en un espacio reducido, con la ventaja adicional de no tener que presenciar cómo tu tío se emborracha e intenta ligar con tus amigas, cómo tu jefe se hace amigo de tu padre, o cómo se cumple una de tus peores pesadillas y te ves liderando una conga a ritmo de Bisbal. Pobre Sara, no sabe lo que hace. 

lunes, 14 de febrero de 2011

Discusiones en Ikea

Este fin de semana he estado en Ikea, esa cadena sueca de muebles con nombres impronunciables, y una vez más he sido testigo de un extraño suceso. No sé si os habéis dado cuenta, pero mires donde mires, da igual si estás en la sección de baños o en la de iluminación, en todas partes hay una pareja discutiendo. “Esta mesa no nos cabe en el salón”, “no te enteras de lo que nos hace falta”, “eso es horrible”, “no, no nos vamos todavía”, “que me des el metro”...

En mi corta vida, he sido testigo de muchas de estas discusiones pero ¿cuál es la causa? ¿Es tan difícil elegir una estantería que no somos capaces de ponernos de acuerdo? ¿Será que Ikea emite vibraciones enfadoparejiles con el fin de romper matrimonios? Esto tendría sentido, por cada pareja rota, dos casas nuevas para llenar de muebles baratos. A lo mejor es una estrategia de marketing ideada por los suecos, que están mucho más evolucionados que nosotros, o quizá Ikea es una especie de triángulo de las bermudas del amor. Entra una pareja feliz y, tras un recorrido por sus pasillos, sale cada uno por su lado con un cabreo del quince. 
De todas formas, si discuten en la tienda, ¿qué ocurrirá cuando llegue el momento de montar el mueble? No quiero ni pensarlo; una minúscula llave allen, unos cuantos tornillos y decenas de tablas... esa noche alguien duerme en el sofá seguro. Y es que estoy convencida de que más de una pareja se ha roto por culpa de Ikea, de hecho, según las estadísticas, desde su llegada a España ha aumentado el número de divorcios y ha disminuido la natalidad. Pero claro, después de tres horas para montar a la perfección una estantería Billy con sus puertas de cristal, a uno no le quedan ganas de nada.

Otro tema aparte son las parejas que llevan a los niños. Con sus calcetines de hilo calado y sus vestidos de los domingos, recorren los pasillos gritando y destruyendo lo que encuentran a su paso mientras sus padres intentan medir una mesa de comedor. Esa familia vuelve a casa con el morro hasta el suelo y los niños castigados hasta el 2014.

Así que si quieres a tu pareja y quieres que te dure mucho tiempo, te recomiendo que no le pidas que te acompañe a Ikea y mucho menos que te ayude a montar los muebles, porque puede ser lo último que hagáis juntos. Tú decides, o una casa repleta de mesas Lack, sillones Poag, dormitorios Birkeland y armarios Godmorgon, o una relación feliz. Lo sé, la decisión es difícil.

Por cierto, feliz día de los enamorados.

viernes, 11 de febrero de 2011

Superegos

Hay personas con el ego más grande que un edificio de cuatro plantas. Personas que se ponen el mundo por montera y les importa un pimiento lo demás: ellos son los mejores en todo te pongas como te pongas.

A mí estas personalidades me desconciertan, la verdad. He conocido gente que se cree la más guapa/o (no quiero dar pistas...) del universo, cuando a los ojos de todo el mundo es evidente que no es así... Esas mismas personas son capaces de afirmar hasta la muerte que el presidente de la asociación de aficionados a la petanca de madera se llama Antonio Gómez, aunque tú insistas en que casualmente es tu padre y no se llama así. Olvídate, la conversación está perdida.

La gente tan segura, más que admiración me produce cierto miedo. Es imposible creerse el mejor en todo ¿o quizá no? ¿Es una pose o lo piensan realmente? Los “superegos”, como yo les llamo, habitan en muchos y variados lugares, desde el compañero de trabajo, a la vecina o el panadero, que cuando vas a comprar la pistola de los domingos te dice aquello de “una pistolita para la más bonita” con tonillo de guarro, pero por Dios abuelo, ¿de verdad se piensa que me gusta? En fin, moral no falta desde luego.

No hay que confundirlos con los “no me importa lo que la gente piense de mi”, aquellos capaces de teñirse el pelo de rosa y llevar un traje de cuadros escoceses. No, ese es otro grupo al que personalmente admiro. Me pongo y hago lo que me da la gana y no me importa lo que pienses. Grande, amigo, grande.

Los superegos son fáciles de reconocer, te darás cuenta porque tienen en común el uso de frases tipo “hazme caso porque yo de esto sé bastante” “calla que no entiendes” y algunas fantasmadas tipo “cuando estuve en Vietnam estudiando los hábitos de la población autóctona…” “estoy harta/o de que me acosen los hombres/mujeres” “yo puse en marcha este proyecto” “yo es que tengo un mercedes” (ésta me encanta)... y cosas similares que acompañan -y eso sí que es exclusiva de los superegos machos- de una miradita de medio lado y, en los casos más dramáticos, hasta de un guiño de ojos.

Yo suelo darles la razón en todo, me da mucha pereza discutir con un superego. Además, debe ser agotador ser el más guapo, el más listo, el más trabajador, el más profesional, el más simpático, el más…. En fin, que bastante tienen con lo suyo. ¡Viva la imperfección!

jueves, 10 de febrero de 2011

El brebaje de los chinos

Con motivo del año nuevo chino la semana pasada reservé mesa (bueno, me presenté sin más) en mi restaurante chino de cabecera. Uno de los buenos, con hologramas de cascadas en los cuadros y un acuario en la entrada, como debe ser. Optamos, por supuesto, por el menú especial de fin de año al que no le faltaba de nada, y decidimos aderezarlo con la mejor bebida inventada hasta la fecha cuya receta es más codiciada que la de la coca cola. En efecto, estoy hablando de la sangría de los chinos.

Desconozco cuáles son sus ingredientes y las proporciones, lo que sí sé es que no es una sangría normal. Especialmente dulce y especialmente emborrachante. Pero ¿qué lleva? ¿Alguien ha visto alguna vez cómo la preparan? Existe una leyenda urbana que dice que le añaden licor de lagarto y por eso te deja un leve mareillo tras la primera copa (porque la sangría de los chinos se toma en copa), otros afirman haber sido testigos mientras echaban cantidades ingentes de azúcar, pero todo son conjeturas. Además, nunca he visto ni un trozo de fruta en esas jarras con lo que el sabor afrutado debe venir de otro sitio…

Otra cosa curiosa es que en algunos restaurantes chinos te sirven un poquito para que la pruebes, como si hubieras pedido un Pingus del 96 (no tengo ni idea de vinos, lo he mirado en Google). Lo de catar la sangría me parece de nota, y ¿qué esperan que digas? No, está picada, por favor descorche otra. Y ¿por qué sonríen tanto mientras te la sirven? Algo traman, de eso estoy segura.

En Internet he encontrado algunos foros que también hablan de esta misteriosa bebida, sus beneficios y propiedades, lo buena que está, por qué su efecto es el mismo que el de cuatro copas… pero nadie conoce su receta. Yo reconozco que, sin saber lo que lleva, pocas veces puedo resistirme a sus encantos, pese que a partir de la segunda copa empiezo a ver borroso el pollo al limón.

En  mi modesta opinión, creo que los chinos la han elaborado como parte de su plan para dominar el mundo. Mientras nosotros nos relajamos y reímos con ese exótico brebaje ellos analizan nuestras debilidades y perfeccionan su estrategia para acabar con nosotros a base de sangría. Qué listos son, como saben dónde nos duele.

miércoles, 9 de febrero de 2011

Sopa de letras

Existe una dolencia que suele afectar a los padres de edad avanzada que, en muchos casos, se disimula durante años y no es diagnosticada a tiempo. Se trata de ese mal que provoca la incapacidad de pronunciar correctamente las consonantes a final de palabra.

De pequeña me dí cuenta de que algo pasaba porque mi madre no me llevaba a merendar al vips como a las demás, ella decía que íbamos al vic, sin quedarme muy claro si se refería a la localidad catalana o a ese boli que si es naranja escribe fino y si es cristal escribe normal. Además, para mis padres yo no estudié BUP, sino BUZ; quién les iba a decir que años después crearían un juego de preguntas para la PlayStation basándose en su idea.

El problema se agravó cuando abrieron en España el primer FNAC, que en mi casa siempre fue la “esnar”, “esnas”,”eftarss” y vocablos similares del todo ininteligibles. Ahí fue cuando me dí cuenta de que no había cura posible ni vuelta atrás, mis padres tenían incorrectusconsonantepronunciatis, una dolencia cuyo nombre en latín significa “incapacidad para pronunciar correctamente palabras terminadas en consonante y tras cuya errónea pronunciación el sujeto es sometido a burla y escarnio por parte de sus vástagos”.

Pero ¿Es esto un problema generalizado? ¿Será que a partir de cierta edad perdemos la capacidad de pronunciar correctamente ciertas letras? Me pregunto en qué momento se produce el punto de inflexión y empezamos a flojear en este aspecto. Deberían crear escuelas o asociaciones de ayuda donde nos enseñaran algunos ejercicios para retrasar este terrible mal.

Supongo que lo mejor es resignarse y aceptar que, probablemente, dentro de unos años quedaremos con nuestros amigos para ver el futbor en un puz que habremos encontrado en Interned y charlaremos de algún evento que hemos visto en fisbur. Además, seguiremos yendo a casa de nuestras madres para traernos comida en un tupes wares y no ir tanto al burguer kint o al macdonar; y los domingos, después del vermud, iremos de compras a un outles, que siempre es más económico.

martes, 8 de febrero de 2011

Palomitas y otros vicios

Con la excusa de que ahora se puede comer en el cine (por lo menos en el que voy yo) cada vez que voy a ver una película me toca sentarme al lado de alguien con nachos extragrandes y el cubo XXL de palomitas. Hombre, a mí también me gusta comer palomitas en el cine pero si no sabes masticar con la boca cerrada y sin hacer ruido creo que deberías optar por ver un DVD en casa.

Incluso, recuerdo una ocasión en la que, lejos de mantener el decoro y la prudencia en un lugar lleno de desconocidos, una familia llegó con las bolsas del Burguer King. Claro que sí, hombre, ¡como en casa! Por lo menos tuvieron la deferencia de sentarse en primera fila para no dejarle el pelo al de enfrente perdidito de Ketchup. Si se sienta alguien así a tu lado, ¿qué haces? ¿Le coges una patata? Total, si no puedes con el enemigo… Se pongan como se pongan es imposible comerse un menú wopper gigante con extra de todo sin hacer ruido y sin, por supuesto, dejar la sala con un delicioso aroma, vamos mejor que el 3D.

Ésta es la prueba de que muchos de nosotros si nos dan la mano cogemos el brazo entero. Que se puede llevar comida al cine, pues todos con las tortillas y los pimientos en un tupper. Es como cuando le dices a un amigo esa frase hecha española tan bonita “estás en tu casa” y de repente se levanta a ver lo que tienes en la nevera, o lo de “cuando vayas por Madrid, llámame” y vaya si te llama… ¿Por qué seremos tan bocazas? Yo, que tengo el don de la inoportunidad, he perdido varias amistades por hacerme la simpática. “Si necesitas ayuda para la mudanza llámame”, “si quieres que me quede un día con el niño me dices” “voy a comprar, si necesitas algo…” Y una vez que te has ofrecido ¿cómo das marcha atrás? Por mucho que lo intentes te han pillado, y ellos lo saben. Durante ese año te pasas todos los fines de semana pringando en mudanzas, cuidando a los niños de tus amigos y haciéndoles la compra, mientras lo único que quieres es ir al cine a comerte una hamburguesa.

lunes, 7 de febrero de 2011

Dependientas sin piedad


El otro día fui a comprarme una crema hidratante. Como no lo tenía muy claro pregunté a la dependienta para escuchar sus recomendaciones, pero no estaba preparada para lo que iba a encontrarme: me recomendó una crema antiarrugas. La miré con los ojos como platos esperando que al verme bien se diera cuenta de su error y pudiera rectificar. En fin, un error lo tiene cualquiera; problamente está acostumbrada a atender a mujeres maduras y se ha equivocado. Pero tras una leve mirada asesina por mi parte no reculó, es más, no contenta con eso me dedicó una sonrisa, como si se estuviera riendo de mis primeras patas de gallo. Y ahí me quedé, decidiendo si asumir la realidad y comprar mi primera antiarrugas o hacerme la ofendida y dar media vuelta. Como soy débil, agaché la cabeza y me la compré, aunque la dependienda no debía estar satisfecha aún porque no pudo contener un “ya hay que empezar a cuidarse…”.

Pero ¿esa sinceridad es realmente necesaria? Recuerdo que hace tiempo fui a comprarme unas medias y al no encontrar mi talla busqué en la seción de niñas (total, a los 14 años ya son más altas que yo…) cuando encontré el color que buscaba, la dependienta de la caja me dijo bien alto (por lo menos había 6 personas en la cola, con lo que la humillación fue completa) “perdona, pero esas son de niña”, a lo que yo muy digna contesté “bueno, soy bajita, yo creo que me valen”  y henchida de rencor, como enfadada con las bajitas del mundo la muy…me soltó un “ya, pero de ancho no”. Reconozco que no supe que decir, las dejé en su sitio y salí de allí lo antes posible dejando dentro mi orgullo. 

Creo que algunas dependientas deberían recibir clases de sensibilidad porque, sinceramente, yo hubiera preferido comprarmelas tranquilamente, creyéndome joven y delgada como una quinceañera, y llegar a mi casa tan contenta con mis medias de la talla 13-14 años. Sí, probablemente habría tenido que ir de nuevo a devolverlas pero hasta ese momento la felicidad habría sido completa. Es como cuando la peluquera me recuerda la cantidad de canas que me han salido en la parte de atrás del pelo. Si no las veo, no necesito saber qué están ahí, muchas gracias.

¿Será una especie de venganza? ¿Estarán las dependientas del mundo bajo un complot que pretende minar nuestras autoestimas para que compremos sin parar? Si es así propongo que nos levantemos en armas y nos unamos contra el enemigo. De momento, yo he creado la asociación de afectadas por los comentarios ofensivos de las dependienas, la A.C.O.D, ¿te afilias?

viernes, 4 de febrero de 2011

Escaquin at work

Todos tenemos nuestros pequeños trucos para disimular en esos días en los que nos apetece estar ociosos en el trabajo. Escuchar un poco de música, ver un par de videos de you tube, algún blog… todo sin que se note y que parezca que ha sido una jornada de lo más productiva.

Un conocido me relató hace poco su impactante testimonio: consigue dormirse en el trabajo sin que nadie lo note. Papeles sobre la mesa, el cuello ligeramente inclinado y cara de concentración. Lo curioso es que su jefe está justo detrás! Dice que tiene un sueño ligero y que si le llaman se despierta, así que no hay peligro. Todo un maestro.

Yo hasta ahí todavía no he llegado; seguro que caería a plomo sobre el teclado y me pillarían seguro. Pero hay otros pequeños trucos fáciles de poner en práctica. Evidentemente, todos tenemos alguna página abierta que no es de trabajo, ya sea facebook, el correo personal, o alguna chorrada que nos ha mandado alguien por mail, y todos hacemos lo mismo, tener algún documento “serio” abierto para camuflarlo rápidamente si viene alguien.

El otro día, mi jefe vino a mi sitio y me pidió que le buscara no sé que página, cuando abrí mi lista de favoritos me di cuenta de que las 30 páginas que tenía eran de todo menos de trabajo… ehh ... bueno… debe estar por aquí… Me pilló seguro.

Pero si nos descubren navegando por Facebook y demás siempre podemos decir que estamos viendo lo que hace la competencia en las redes sociales, analizando el mercado, que queda muy profesional. Si queremos atender una llamada personal podemos disimular contestando la llamada con un, ¿cómo? ¿No te ha llegado el envío? Voy a recepción a ver que ha pasado… así tenemos vía libre para salir y charlar tranquilamente lejos de oídos indiscretos. Y ya, si lo que queremos es aprovechar un ratillo muerto y salir a comprar un recadito, podemos inventarnos una reunión con quien mejor nos parezca o, si no es factible, un “voy un segundito a la planta de arriba”, que no puede fallar. Eso sí, para no levantar sospechas, nada de bolso y abrigo, la cartera en el bolsillo y unos cuantos folios en la mano.

Pero ¿qué sería de nosotros sin esos momentos de asueto, en los que el tiempo pasa lentamente y la única prioridad es consultar las ofertas de vuelos para el próximo fin de semana? Bueno, os dejo, que viene el jefe!

Por cierto la imagen es de www.wrapanap.com, sencillamente genial.

jueves, 3 de febrero de 2011

En forma


Con el nuevo año (ya sé que empezó hace un mes, pero me lo tomo con calma) me he propuesto retomar hábitos saludables como el deporte, que la dureza del culo es inversamente proporcional a los años que cumples. Tengo algunas dudas, no sé si optar por el megagimnasio de tropecientos euros al mes o idear un programa de ejercicios por mi cuenta que dada mi experiencia anterior y mi fuerza de voluntad para el deporte haré con el mayor de mis esfuerzos y dedicación durante aproximadamente dos días.

El megagimnasio sería una buena opción, pero los seis meses que estuve apuntada hace dos años no me reportaron lo que buscaba. Es cierto que no iba todo lo que debiera pero creo que tenía razones suficientes para no ir. En primer lugar, todo el mundo estaba en forma y eso no me gustaba nada ¿es que no había nadie nuevo como yo? Se me ocurrió entrar en una clase de step, con la música y los movimientos supuse que sería divertido. Nada más lejos. Una monitora loca que no hacía más que gritar empezó a moverse de forma convulsiva de una lado a otro; pese a que intentaba seguirla, mi mente y mis pies van a distinto ritmo y más que hacer step parecía chiquito de la calzada en estado ebrio, moviéndome sin sentido de delante a atrás. El ridículo fue mayor cuando vi que toda la clase seguía los ejercicios sin problemas. Así que esa fue mi última clase de step.

Decidí probar algo más sencillo, quizá me había precipitado con algo tan enérgico que estaba claro que requería ciertas cualidades físicas y mentales y que yo, después de aguantar 8 horas a mi jefe, no tengo. Así que al día siguiente lo intenté con body balance o algo así, que según el monitor al que pregunté “consigue llevar a nuestro cuerpo y nuestra mente a un estado de equilibrio y armonía”. Perfecto, justo lo que necesito. La clase empezó con algo de relajación, bien, esto sé hacerlo, y poco a poco fuimos adoptando posturas, cada cual más difícil y comprometida. Cuando me estaba dando con la rodilla en la cara a punto de que se me rompiera algún tendón, me di cuenta que no me sentía ni armónica ni equilibrada y que mi chandal de bershka no iba a aguantar semejante ritmo.

Tras varias experiencias de este tipo abandoné el gimnasio y todas las posibilidades de alcanzar un cuerpo 10. Ahora me pregunto si podría volver a enfrentarme a aquello o si es mejor que me apunte a gimnasia de mantenimiento con las jubiladas de mi barrio.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Abstinencia

Comiendo con unas amigas, una de ellas nos confesó (de hecho lo dijo abiertamente sin que nadie preguntara) que hacía un mes que no tenía relaciones (lo llamaré así por mantener un lenguaje fino y elegante) con su novio, que estaba cansada y no le apetecía. Rápidamente pensé —qué lastima, con lo joven que es— un mes… parece que no, pero es tiempo oye.

Si es que dios da pan al que no tiene dientes… cuando no tienes pareja andas al acecho sin dejar pasar una buena oportunidad por miedo a no volver a catar macho en mucho tiempo, y cuando la tienes, estás cansada. Mi amiga la abstinente decía que había animado a su novio a paliar sus necesidades él mismo, que también es muy sano, aunque tras nuestras presiones acepto hacer un esfuerzo y poner fin al periodo de castidad (tengo que preguntarle cómo fue la cosa).

En fin, que una vez abierto el debate surgieron algunos temas interesantes, como el uso de determinados juguetes, a lo que Pilar, la mayor de todas, casada con hijo, vaya, una mujer hecha y derecha, afirmó que lo de los juguetes, vibradores y demás era un tópico.
¿Un tópico? ¿Qué significa eso? Por supuesto no los ha probado pero está convencida de que eso no vale para nada. Pobre.

Una vez que llegamos al delicado tema de las bolas chinas, el único chico del grupo nos aconsejó usarlas porque van muy bien para “apretar”. Pero ¿apretar el qué? ¿Es que hay que apretar algo? Ay dios mío…. la pregunta es ¿cuándo se aprieta? ¿cuánto? ¿Es posible que en el punto álgido me deje llevar y le haga un roto al muchacho? Desde luego me han pillado, toda mi vida pensando que nadie tenía queja y ahora me entero de que hay que “apretar”.

Pero esto es renovarse o morir, esta misma tarde me las compro y empiezo a practicar, que más vale “pájaro” en “mano” que ciento volando.