Con motivo del año nuevo chino la semana pasada reservé mesa (bueno, me presenté sin más) en mi restaurante chino de cabecera. Uno de los buenos, con hologramas de cascadas en los cuadros y un acuario en la entrada, como debe ser. Optamos, por supuesto, por el menú especial de fin de año al que no le faltaba de nada, y decidimos aderezarlo con la mejor bebida inventada hasta la fecha cuya receta es más codiciada que la de la coca cola. En efecto, estoy hablando de la sangría de los chinos.

Otra cosa curiosa es que en algunos restaurantes chinos te sirven un poquito para que la pruebes, como si hubieras pedido un Pingus del 96 (no tengo ni idea de vinos, lo he mirado en Google). Lo de catar la sangría me parece de nota, y ¿qué esperan que digas? No, está picada, por favor descorche otra. Y ¿por qué sonríen tanto mientras te la sirven? Algo traman, de eso estoy segura.
En Internet he encontrado algunos foros que también hablan de esta misteriosa bebida, sus beneficios y propiedades, lo buena que está, por qué su efecto es el mismo que el de cuatro copas… pero nadie conoce su receta. Yo reconozco que, sin saber lo que lleva, pocas veces puedo resistirme a sus encantos, pese que a partir de la segunda copa empiezo a ver borroso el pollo al limón.
En mi modesta opinión, creo que los chinos la han elaborado como parte de su plan para dominar el mundo. Mientras nosotros nos relajamos y reímos con ese exótico brebaje ellos analizan nuestras debilidades y perfeccionan su estrategia para acabar con nosotros a base de sangría. Qué listos son, como saben dónde nos duele.
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