martes, 15 de febrero de 2011

Peticiones de mano y otras desdichas

Ayer, día del amor por excelencia, estuve hablando con unas amigas de cómo marchaban sus respectivas relaciones. Una de las conclusiones de la tarde es que mi amiga Sara quiere que su novio le pida matrimonio. Sí, sí, has leído bien, una petición de mano en toda regla. Nada de “bueno, ya veremos”, o “estamos bien así”, ella quiere anillo con pedrusco y declaración como las de toda la vida.

Mientras espera que se decida, lleva un año soltando indirectas y comprando el Vogue novias sin que el susodicho se dé por aludido. No te engañes Sara, lo ha pillado perfectamente pero se está haciendo el loco.

La pregunta es: por qué no le dice abiertamente que le apetece dar el salto (¿al vacío?) ¿Será que, aunque vayamos de modernas e independientes, en el fondo queremos que nos sorprendan con una petición de mano? Aunque hay peticiones y peticiones… me han contado alguna historia que de empalagosa pone los pelos de punta y otras que en lugar de matrimonio parece que te están pidiendo un cigarro. Hombre señores, ni tanto ni tan calvo.

Desde luego las bodas son un tema peliagudo; al principio intentas sacarlo de soslayo en una conversación para tantear lo que opina tu pareja (me encanta esta denominación que usa la gente, ¿pareja de qué? ¿de mus?). Después, cuando vas cumpliendo años empiezas a pararte en los escaparates imaginándote dentro de ese vestido de novia que cuesta más que un año de alquiler y piensas en que quizá dentro de unos años no te quedaría tan bien como ahora… En fin, ya me estoy liando… pero, ¿qué nos pasa con las bodas? Y ¿por qué a ellos no les pasa?

Le he comentado a Sara que reflexione bien antes de seguir provocando el momento, que luego no hay vuelta atrás. De hecho, mis pocas amigas casadas siempre nos recomiendan a las solteras que no nos casemos. Desde luego es muy alentador. ¿Será que el romanticismo y la ilusión se acaban al día siguiente? ¿Será cierto, como dice el libro de Frédéric Beigbeder, que el amor sólo dura tres años?

En cualquier caso, está claro que el final feliz no pasa siempre por el altar y que hay cientos de finales posibles y alternativos (y más baratos), sin necesidad de juntar a toda tu familia (y a la suya!) en un espacio reducido, con la ventaja adicional de no tener que presenciar cómo tu tío se emborracha e intenta ligar con tus amigas, cómo tu jefe se hace amigo de tu padre, o cómo se cumple una de tus peores pesadillas y te ves liderando una conga a ritmo de Bisbal. Pobre Sara, no sabe lo que hace. 

2 comentarios:

  1. Ya puedes celebrar la boda más alternativa del mundo: el tío/padre/jefe se emborrachará. Hace poco vi una muy sencillita y familiar en la que el que estaba borracho era ¡el concejal que les acababa de casar!

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  2. Ay querida hermana!! Si bailar una conga cantada por Bisbal es tu peor pesadilla, te recomiendo no asistir a mi futura boda!! (dentro de unos 15 años o así...jeje)

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