martes, 22 de febrero de 2011

Telefonía móvil

Llevo 15 días intentando que mi compañía de telefonía móvil me resuelva un problema con mi factura. De momento todos los intentos han sido fallidos, aunque ayer estuve muy cerca; después de 15 minutos en espera, conseguí que una señorita de carne y hueso me atendiera (eso ya es todo un logro) aunque, vicisitudes del destino, cuando iba a pasarme con el departamento correspondiente la llamada se perdió (me colgaron) de forma misteriosa y, con ella, todas mis esperanzas.
 
¿Por qué es tan difícil que te atiendan como Dios manda en uno de estos call center? Si tienen gente para llamarte a horas intempestivas y ofrecerte el oro y el moro, ¿por qué en cuánto firmas el contrato con ellos no hay manera de que te solucionen nada? Yo he llegado a sufrir hasta 11 llamadas diarias de la competencia ofreciéndome mejores tarifas y un trato personalizado. Todo mentira señores, son como el novio que te invita a viajes y te trata como una reina y en cuanto os casáis lo más lejos que te lleva es al pueblo de su madre. Una estafa en toda regla.

Además, nos tienen pillados con el contrato de permanencia; como somos  unos avariciosos, no puedes resistirte a ese móvil de última generación que solamente usarás para llamar y mandar algún mensaje pero que, por si acaso, viene equipado con 347 aplicaciones que harán tu vida más cómoda (o no). Además, pensamos que nos sale gratis, que es un chollo, pero nada más lejos, acabas de vender tu alma por un triste teléfono.

Sólo hay otro momento en el te conviertes de nuevo es su foco de mimos y atención: cuando tramitas el cambio a otra compañía. De repente, hordas de comerciales te acosan sin parar suplicando tu amor y fidelidad. Pero ya es tarde, tu despecho no te permite mirar atrás y, pensando ingenuamente que  van a sufrir con tu pérdida, te haces la digna y les sueltas eso que siempre habías querido decir “lo siento, pero es demasiado tarde” y te quedas tan pancha creyendo que el presidente de telefónica esa noche no duerme por tu culpa.

Pero ¿qué opción tenemos? ¿Podemos hacer algo a parte de lamentarnos? A mi no se me ocurre otra cosa que amenazarles diciendo que en cuanto se terminen mis 24 meses de permanencia me voy, pero no parece que surta mucho efecto, no sé muy bien por qué. Otra opción es hacernos insumisos telefonomovilísticos y volver a esa bonita época en la que nos llamábamos al fijo para quedar y en la que una vez salías de casa no había marcha atrás, estabas incomunicado con el mundo. ¿Seríamos capaces? ¿Podríamos volver a una vida sin móvil? Probablemente no, pero si es por hundir el monopolio de las grandes compañías y la tiranía de sus call center estoy dispuesta a intentarlo.

Propongo que todo el mundo se una y apaguemos el móvil durante un día entero, una especie de “hora del planeta” pero a lo grande y sin fines medioambientales. Podría ser mañana…. no, esperad, que he quedado con Ana y si no no nos encontramos… pues el miércoles... ay no, que le dije a mi madre que la llamaba... …el jueves...ehhh… es que me voy de viaje y necesito estar conectada... el viernes entonces?


1 comentario: