jueves, 26 de mayo de 2011

Gustos inconfesables

El otro día una amiga (de la que no revelaré el nombre) me confesó que le encanta el reguetón y que cuando escucha a Don Omar se le erizan los pelillos de la emoción. Me pareció una actitud muy valiente porque, a veces, nos cuesta hacer este tipo de declaraciones.

 
Yo oculté durante varios meses que estaba enganchada a Betty la fea (la buena, la original) hasta que dejé de avergonzarme y confesé al mundo mi adicción. Son pequeños secretillos de los que nos avergonzamos sin saber muy bien por qué. Reconozco que con la edad me he hecho más desvergonzada y ya no me da miedo decir abiertamente que el programa de la MTV sobre la boda de Alaska y Mario Vaquerizo me parece lo más (y a quién no se lo parezca no sabe lo que dice).

¿Por qué a veces nos avergüenzan nuestros gustos? ¿Lo bonito no está en la diversidad? Si fuéramos más sinceros quizá encontraríamos mucha más gente como nosotros. Es como la gente que afirma que le gustan los bocadillos de chorizo con chocolate. Todos conocemos a alguien con esta curiosa afición,  por lo que debió haber un pionero que gritó al mundo su raro gusto en materia bocadilleril y tras él se erigió todo un ejército de seguidores.

Otra cosa que intentamos mantener en secreto son nuestras manías, esas costumbres raras que tenemos en la intimidad, como tener que apagar y encender la luz tres veces cuando llegas a casa o cepillarte el pelo 100 veces (ni 99 ni 101) antes de acostarte. Este tipo de manías normalmente se descubren gracias a la convivencia; es una manera de decirle a tu pareja que, efectivamente, como él ya sospechaba, no estás bien de la cabeza.

y tú, ¿tienes algún gusto, manía o secreto inconfesable?

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