martes, 29 de marzo de 2011

Operación bikini

Como todos los años, esta vez también llego tarde a la operación bikini. Ya estamos casi en abril y aún no he puesto en marcha mi perfecto plan para lucir tipazo este verano. Como la constancia nunca ha sido mi fuerte, ir regularmente al gimnasio, comer sano y esas cosas que hacen los raros no son para mí. Yo prefiero hacer como cuando estudiaba, disfrutar todo el año y matarme a estudiar en la época de exámenes. Así que llevo todo el año sin preocuparme de esa especie de semiculo que me está saliendo a modo de mollete, moviéndome más bien poco y sin saltarme el Big Mac de los domingos (el mejor momento de la semana).

Me di cuenta de que otra vez me pillaba el toro cuando hace un par de fines de semana salió el sol y me acordé de la ropa de verano y su escasa tela y me entró pánico escénico al imaginarme en shorts así de repente. Pero como más vale tarde que nunca he hecho acopio de las cremas anticelulíticas (no es que yo tenga… es por si acaso…) más prestigiosas del mercado (bueno, las que podía comprar sin arruinarme), he decidido desterrar hasta septiembre la pizza y demás saturados (no me lo creo ni yo) y esta misma tarde inicio un plan de choque contra las cartucheras a base de sentadillas y zumo de piña, que dicen que es depurativo.

Basándome en experiencias anteriores, he de decir que la confianza en mi misma es escasa. Hace poco decidí salir a correr tres veces a la semana 30 minutillos para estar en forma y lucir lozana este verano. Bien, después de media hora preparándome (chándal, zapatillas, el Ipod con lo último de lo último…), a los tres minutos de reloj ya no podía con mi alma. ¿Será que no estoy diseñada para el deporte? ¿Me faltará una encima o algo así? En fin, que ahí terminó mi carrera como atleta de maratón. También me compré una colchoneta de esas de yoga con la firme convicción de hacer abdominales a diario para que mi estómago pareciera una tabla. Menos mal que fui prudente y me compré la más barata porque ahí está muerta de risa, los dos euros y medio peor invertidos de mi vida…

Pero obviando estos fracasos deportivos, los próximos tres meses tienen que ser suficientes para la puesta a punto. Esta vez estoy totalmente concienciada y no pienso desviarme del objetivo: vientre plano y culo prieto.

Los deportistas natos pensarán que en tres meses no puede conseguirse lo que ellos llevan haciendo un año entero (o más) y, aunque puede que tengan razón, no conseguirán que abandone mi intensa campaña anti-molletes. Con motivación (y unas cuantas sesiones en el centro de estética de mi barrio) todo es posible!

1 comentario:

  1. En tres meses tienes tiempo de sobra, lo llevas en los genes. Dicen los expertos que para preparar un maratón hacen falta al menos cuatro meses de entrenamiento regular, pero yo voy a acabar el Maratón de Madrid el día 17... ¡y aún no he empezado a entrenar! ¡Tiembla, Gebrselassie!

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