miércoles, 30 de marzo de 2011

No me gusta el vino

Debe ser que mi círculo de amistades está madurando porque últimamente cada vez que como con gente me atormentan con lo mismo “¿qué no te gusta el vino? Pues no sabes lo que es disfrutar de la vida”. Claro que sí, ¡porque sin vino no hay alegría! Sé que para los amantes del zumo de uva, que me tome un chuletón con Coca-Cola puede parecer delito, pero si yo disfruto como la que más no entiendo cuál es el problema.

Mi compañera Pilar, navarra y amante del buen vino, me dice que no lo he probado suficiente, que a su marido antes tampoco le gustaba pero a base de beberlo… Así que tengo que tomar algo que no me gusta hasta conseguir que me guste… ¿con qué objetivo? Formar parte de este club de catadores profesionales que me rodea. No sé yo si me compensa.

Hasta la fecha he hecho varios intentos para que me guste, por si acaso me pasa como al marido de Pilar y un día lo pruebo y me quedo maravillada. Sin embargo, por más que mis amigos se empeñan en decirme “prueba éste que es más suave y te va a gustar”, nada, que me saben todos igual, es decir, mal. De la única manera en la que me gusta es en forma de sangría, con mucho azúcar, ¡eso sí es una bebida!

Aquí, los entendidos, dicen que el vino es una bebida que se aprecia con la edad, así que es la excusa perfecta para creer que aún soy joven. De todas formas, al margen de que les guste, creo a veces lo utilizan para tirarse el rollo. Mi amiga Violeta ya me ha contado siete veces lo mucho que le gustó el curso de cata de vinos que hizo en la Ribera del Duero (en su pueblo, vaya) y la botella de no se qué (un vino muy bueno que no me acuerdo cómo se llamaba) que le regalaron y que disfrutó junto a una pieza de queso viejo curado. Bah, dame una coca-cola fría y una bolsa de patatas y me río yo de tu vino tinto. También me gustan mucho las cocinas o salones (ya no digamos las casas con bodega propia) en las que se exhiben decenas de botellas llenas de polvo. “Nuestra bodega es una maravilla, hay piezas (querrás decir botellas!) de 1920”. Eso no es una maravilla, es una guarrería, ¿no se les puede pasar un pañito? ¿El vino pierde su aroma y su sabor si las botellas están limpias?

Además, últimamente se ha puesto de moda visitar bodegas en grupo donde te dejan probar distintas variedades; vamos, un botellón para mayores y bajo techo. Es muy bonito ver a un grupo de señores (dícese de las personas de 40 en adelante, sin hacer sangre) volver en autobús cantando Asturias patria querida con las mejillas encendidas y la risa floja. Desde luego contentos vuelven, a ver si va a tener razón Pilar y no sé lo que es disfrutar de la vida…

2 comentarios:

  1. A mí SÍ me gusta el pimpiribimpimpín...


    y estoy de acuerdo con lo de las botellas polvorientas, qué asco. Mejor beberlas

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  2. No tienes por qué arrepentirte de tus gustos. Cada uno tiene los suyos y varían con la edad o con vete tu a saber qué.
    Tengo yo un amigo que dice que muchos hombre no sabemos de nuestra homosexualidad, porque no lo hemos probado.

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