miércoles, 27 de abril de 2011

El morbo de lo desagradable

En estas mini vacaciones de Semana Santa he estado unos dias en la playa (bueno en la playa realmente uno y medio, porque vaya tiempo...) y me ha vuelto a ocurrir algo que me pasa desde hace tiempo y que, por lo visto, es bastante común. Y es que cuando algo no me gusta no puedo dejar de mirarlo.

Es curioso como nos atraen las cosas que nos desagradan. Aunque no queramos, es inevitable mirar una y otra vez a esa señora octogenaria que luce en la playa su generoso busto al aire y sin tapujos y cuyo semidesnudo hace que la ceguera parezca un mal menor. Pese a ello miramos. También pasa con el señor maduro y entrado en carnes que para que no se le marque el bañador ha decidido bajárselo un poco, lo suficiente para enseñar al mundo el inicio de su baja espalda. ¿Realmente es fundamental que la marca del moreno esté 1centímetro más abajo?

¿Y esas señoras que por primera vez en su vida (o al menos eso espero) se ponen un tanga para no tener marcas? Yo jamás me he atrevido y creo que no me atreveré, que con lucirlo en la ducha de momento tengo bastante, pero ellas se pasean sin complejos con sus hipnóticas y blandas posaderas. ¿Quién puede contener la mirada durante sus paseos matutinos?

Pero como decía, esto no pasa sólo en la playa. Con las noticias, por la calle... cuanto más desagadable nos resulta algo, más miramos. Como cuando ves en la calle una pareja de cincuentones besándose a la francesa como si lo fueran a prohibir,y tú, por supuesto, miras. Y después encima nos preguntamos por qué habremos mirado; pues muy fácil,  porque somos unos cotillas morbosos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario