viernes, 8 de abril de 2011

Tierra trágame!

Hay momentos en la vida, a veces demasiados, en los que nos gustaría meter la cabeza en la tierra como las avestruces o poder salir corriendo sin mirar atrás, momentos en los que lo único que podemos pensar es “tierra, trágame!”.

El primero que recuerdo es cuando a los 9 años en clase de gimnasia fui a quitarme la sudadera y con ella también se fue la camiseta, quedándome con una monísima camiseta interior caladita y con un lacito rosa. Corrí cual caballo desbocado al vestuario a recomponerme las vestiduras y la dignidad y salí de nuevo como si no hubiera pasado nada pero colorada como una fresa. 

Tras este inocente incidente se han sucedido muchos peores, los más habituales esos en los que hablas mal de alguien y de repente aparece detrás, o mejor, la vez que cabreada como una mona mandé un mail poniendo verde a mi jefe (al menos no ponía el nombre) y me equivoque y se lo mandé a él… gran jugada. Encima me preguntó por el mail y tuve que inventarme una historia sin sentido que creo que no coló, al final muy digna le dije “no era sobre ti, pero si no me crees es tu problema” toma ya!

Pero lo de mi amiga Susana es peor sin duda alguna. Estando en su casa su exnovio y todavía “amigo” quiso darle una sorpresa y presentarse allí sin avisar. Casualmente Susana estaba con su novio actual y les tuvo que presentar, con la consiguiente cara de seta de ambos, momento para olvidar…

Otra historia genial es la de mi amiga ana durante sus prácticas en Onda Cero. Le tocó cubrir la llegada de los atletas paralímpicos al aeropuerto de Barajas, e intentó localizar alguno que no tuviera una discapacidad muy visible para que pudiera atender a sus preguntas sin problema. Cuando creyó haber dado con el candidato ideal, se acercó, le preguntó, le puso el micro, y resultó que era mudo.

En otra ocasión, mi amiga Paula, trabajando de un evento con personalidades varias, era la encargada de repartir los regalos de convenida y cuando llamó a la puerta del representante de un país europeo (no desvelaré cual para no crear un problema diplomático) abrió la puerta de su habitación completamente desnudo, tapándose lo indecoroso con un cojín. Paula le entregó el regalo  y salió corriendo, preguntándose con que mano lo habría cogido si con una sujetaba el cojín y con la otra la puerta.

Pequeñas (o grandes) meteduras de pata que cuando pasa el tiempo se convierten en anécdotas divertidas. Así que ya sabes, no pienses ¡tierra trágame!, ríete de la situación y ¡compártela con el mundo!

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